EDITORIAL
Dialogar no es un sarcasmo
Cuando hay un problema, y es evidente que en Catalunya lo hay y que buena parte de sus ciudadanos están tan descontentos con la actual situación que quieren llegar a la ruptura, lo razonable es buscar fórmulas de diálogo, negociar y recordar las frases del Nobel de la Paz, Desmond Tutu, de que si quieres la paz, tienes que hablar con tus enemigos, no con tus amigos. Desde Catalunya, el presidente y el vicepresidente del Gobierno, la presidenta del Parlament y la alcaldesa de Barcelona han remitido una carta al presidente Rajoy y también al rey en la que piden “un diálogo abierto y sin condiciones” para hacer posible escuchar la voz de la ciudadanía. Se puede discutir si llega tarde esta petición o discrepar de la postura oficial de “referéndum sí o sí”, pero no se puede cerrar la puerta al diálogo y la negociación cuando se ha mantenido la misma rigidez en negar que se pueda celebrar cualquier tipo de consulta. Y menos aún que el portavoz del gobierno central cierre cualquier posibilidad asegurando que la carta es un sarcasmo sin plantear más alternativas que las amenazas, las querellas, la intervención de las cuentas de la Generalitat o las citaciones a los alcaldes, funcionarios y hasta medios de comunicación que colaboren con el referéndum convocado y anulado. A estas alturas, el gobierno de Rajoy debería explicar de una vez por todas cuál es su plan para Catalunya al margen de intentar impedir el referéndum, algo que se antoja complicado a medida que va avanzando la campaña y se multiplica la repercusión internacional. ¿Qué piensa hacer Rajoy? ¿Atenderá las reclamaciones de un sector de la prensa madrileña para inhabilitar a Puigdemont y su gobierno e intervenir la economía? ¿Detendrá a los alcaldes que apoyan al referéndum y cederán los locales? ¿Perseguirá a los manifestantes de la Diada y a todos los que quieran votar el 1 de octubre? ¿Ahogará financieramente a la Generalitat? Ya se ha equivocado Rajoy esperando que el problema se solucionara con el paso del tiempo y volverá a equivocarse gravemente si piensa que con la represión y con mano dura puede atajar el problema creado, porque tal vez consiga el aplauso de los sectores más duros de su partido y de la derecha, pero agravará el problema en Catalunya, multiplicará los apoyos a los independentistas y deteriorará la imagen de España. El conflicto solo se solucionará dialogando y negociando hasta el último momento.