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Celebrar el referéndum en las condiciones que se pueda o impedirlo como sea se ha convertido en el gran pulso entre la Generalitat y el Gobierno central, que quieren visualizar con las urnas llenas en el primer caso o el precinto en el segundo el éxito de su estrategia. Ninguna de las dos partes quiere dar un paso atrás, sin querer admitir que a veces para avanzar conviene retroceder para coger impulso o para elegir el camino más eficaz, ni valorar tampoco que alcanzar los objetivos que se han marcado puede conllevar perjuicios no deseados. Es evidente que el referéndum no será como se había previsto por los golpes del Gobierno central a la logística del proceso y no hay sindicatura electoral, designación de integrantes de mesas, papeletas oficiales o urnas y además la Fiscalía ha ordenado el precinto de los colegios para que no se pueda votar. En estas condiciones, es imposible celebrar una convocatoria “como siempre” tal como repetía el vicepresident Junqueras, pese a todos los esfuerzos y a los planes alternativos, pero admitir este hecho evidente no es óbice para reconocer que el independentismo ha conquistado la calle, ha colocado sus reivindicaciones en la agenda internacional como se vio ayer con Trump y, al margen de lo que pase el domingo, ha conseguido imponer su relato, ayudado como casi siempre por la torpeza con que ha seguido actuando Madrid que, al margen de no dar respuesta a las reivindicaciones catalanas, se ha limitado a aplicar mano dura. Lo último ha sido la orden a los Mossos para que precinten las sedes de los colegios electorales desde el día 30 desalojando a las personas que estén en su interior e impidiendo que pueda votarse en un radio de cien metros en torno al colegio. Teniendo en cuenta que desde las entidades soberanistas se convocaba a ocupar los colegios electorales el sábado para garantizar la votación y que algunos sindicatos también tenían previstas tractoradas, los Mossos ya han expresado, junto al acatamiento de la instrucción, su preocupación porque pueden producirse problemas de orden público. Algo que al PP no parece preocuparle demasiado a tenor del fervor con que despedían a los guardias civiles desplazados a Catalunya o de las explicaciones del portavoz Rafael Hernando asegurando que hay violencia en Barcelona, pero que aquí sí debe frenar cualquier provocación. Y si no se puede votar el domingo, quedan las elecciones que no podrán frenar.

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