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El conflicto entre Catalunya y España llega hoy 1 de octubre a su punto de mayor tensión, hasta el momento, con la celebración del referéndum por la independencia. No será el último, porque en los días venideros se dilucidarán asuntos de tanta o mayor trascendencia, pero hoy más que nunca es preciso volver a insistir en que por ambos bandos la jornada debe estar presidida por la calma y el civismo. A pesar de todas las dificultades que ha puesto el Gobierno de Mariano Rajoy para su celebración, que en vez de hacer política se ha encomendado a los jueces y fiscales y al desembarco de 10.000 guardias civiles y policías, la jornada debe ser para el independentismo otra fiesta de la democracia como lo han sido las sucesivas ediciones de la Diada, con un gran protagonismo del ambiente familiar y de ciudadanos de todas las edades y sin que se registren episodios violentos. Luego, en el transcurso de las horas, se verá en qué condiciones se han podido desarrollar las votaciones, si ha habido finalmente muchos o pocos colegios electorales abiertos, y si el resultado final obliga o no a modificar la hoja de ruta. Una situación de normalidad que también interesa al Gobierno central, puesto que sobre todo en las cancillerías europeas le será difícil de explicar cualquier alteración del orden público, sobre todo si proviene de sus fuerzas policiales que, igual que los Mossos d’Esquadra, están sometidas a una gran presión. La policía catalana debe actuar con serenidad y proporcionalidad a la hora de cumplir las instrucciones concretas de una jueza, e igual han de comportarse la Policía Nacional y la Guardia Civil que deben aislarse de proclamas incendiarias e insensatas como la de “A por ellos”.

La Unión Europea y sus estados miembros, después de semanas de declaraciones de no-injerencia, están ahora más pendientes que nunca del conflicto entre Catalunya y España y de la celebración del referéndum, sobre todo por la deriva que pueda tomar el conflicto a partir de mañana. Será otra pantalla en la que todas las partes no pueden incurrir en los mismos errores que se han cometido hasta ahora, y llegará el ineludible momento de comenzar a buscar una salida al convencimiento de muchos catalanes de que deben poder decidir su futuro, sea a través de un referéndum con todas las garantías o a través de unas elecciones.

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