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Catalunya vivió ayer unas movilizaciones históricas y sin precedentes en sus pueblos y ciudades para reivindicar la independencia o el derecho a decidir, pero sobre todo para rechazar la represión que se vivió el domingo y la violencia con que los guardias civiles impidieron el ejercicio del voto. Fue el colofón a una jornada de huelga que paralizó totalmente el país en seguimiento de “l’aturada de país” convocada por la Taula per la Democràcia y que no necesitó la actuación de piquetes para que empresas, comercios o administraciones públicas atendieran masivamente el llamamiento. Ha quedado meridianamente clara la repulsa a la violencia desde toda Catalunya con llamamientos expresos al civismo y a no caer en posibles provocaciones con una respuesta contundente y multitudinaria a la violenta actuación policial. No parece que tenga tan claras las cosas el gobierno central, que sigue empeñado en minimizar las repercusiones del referéndum y sobre todo continúa justificando la actuación de las fuerzas de seguridad a pesar de la condena unánime de la opinión pública internacional y las llamadas de atención de mandatarios europeos. El fiscal dice que actuaron en legítima defensa sin afectar a la normal convivencia, Rajoy se mantiene en que se actuó con firmeza y serenidad, dirigentes del PP llegan a negar hasta que hubiera heridos y los medios afines evitan divulgar las imágenes de las cargas y hasta piden más mano dura. Si se niegan a reconocer las barbaridades del domingo y las agresiones a personas indefensas que estaban ejerciendo un derecho democrático, ¿qué podemos esperar de Rajoy y su gobierno? ¿Más cargas policiales? ¿Más violencia en nombre del supuesto estado de derecho? ¿La suspensión de la autonomía? ¿La detención de los dirigentes catalanes? Vivimos un momento en el que cualquier chispa puede desencadenar un incendio de proporciones imprevisibles y con un desarrollo incalculable y lo prioritario para todos los que tienen responsabilidades debería ser evitar cualquier utilización de la fuerza, porque quien recurre a la violencia pierde la razón y en una mesa todo puede y debe ser negociable. Desde Catalunya cientos de miles de personas lo dejaron claro ayer con el paro cívico y la movilización y alguien, desde España, desde Europa o desde la ONU, debería hacérselo ver a Rajoy y su gobierno porque no hay guardias ni prisiones suficientes para reprimir la voluntad de un pueblo.

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