Las virtudes cardinales

Si el PP y el PSOE están dispuestos a hablar del problema territorial de Catalunya y Euskadi que la Constitución del 78 no dejó resuelto por motivos obvios de presión del régimen franquista, en la mesa de negociación de los acuerdos de la Carta Magna deben de forma inmediata desautorizar o relegar a personajes como Pablo Casado, vicesecretario de comunicación del partido del gobierno, que esta semana aseguró que tipificaría la ilegalización de los partidos que reclaman la independencia. “Es una idea a título personal”, subrayó para evitar que se entendiese como una propuesta en firme de los populares. El globo sonda de Casado pasó un tanto desapercibido porque, en esa misma comparecencia, avisó a Carles Puigdemont de que puede acabar como Lluís Companys, que fue encarcelado por proclamar la república catalana en 1934 y luego fusilado por Franco tal día como mañana del año 1940. Cualquier posibilidad de ilegalizar partidos democráticos por sus ideas nos situaría en períodos predemocráticos de infausto recuerdo que ni la sociedad catalana, ni buena parte de la española y evidentemente menos la comunidad internacional estarían dispuestas a aceptar en un país de la UE. Los acuerdos y los pactos requieren la mayoría de las virtudes cardinales y en ambos bandos hay sectores que presionan para que cualquier posibilidad de acuerdo fracase, lo que no beneficiaría absolutamente a nadie. El aislamiento de TrumpEEUU ha dado un portazo al multilateralismo. La directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) anunció que el gobierno de Trump ha decidido retirarse de la organización, tras haber suspendido ya en 2011 el pago de gran parte de sus contribuciones después de que el organismo aceptara la entrada de Palestina. El gradual abandono norteamericano de la escena internacional para centrarse en su política interior en nada favorece a un mundo donde el terrorismo, el cambio climático, el potencial nuclear y la economía global requieren de políticas universales y sin sectarismos.