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Lo dijo Artur Mas al Financial Times en octubre asegurando que “Catalunya carece de unas cuantas cosas necesarias para conseguir la independencia”, lo había comentado el número dos de Junqueras, Josep Lluís Salvadó, asegurando que “la independencia para octubre era inviable porque faltaban cosas necesarias como el control de aduanas o la banca propia”, este domingo la exconsellera de Educación, Clara Ponsatí, admitió que el Govern no estaba preparado para aplicar la independencia y ayer fue el portavoz de Esquerra, Sergi Sabrià, quien confirmó que el Govern no estaba suficientemente preparado para desarrollar la república, aunque culpa a la actuación violenta de un Estado autoritario. El mismo Puigdemont ha declarado al diario belga Le Soir que “siempre es posible una solución para Catalunya que no sea la independencia”. Pese a esta coincidencia entre destacados dirigentes de los dos partidos de gobierno, el mensaje oficial era justamente el contrario: que la independencia se conseguiría en 18 meses, que se habían levantado las estructuras de Estado necesarias, que había hilo directo con las cancillerías europeas, que estaba todo previsto en la hoja de ruta y que la república era imparable. Cientos de miles de catalanes creyeron estas promesas y han salido a la calle contra viento y marea, y sin temer a la policía el 1 de octubre, para hacer realidad su sueño, para festejar en la calle la independencia el 27 de octubre, pese a que ahora se ha sabido que la Mesa del Parlament hizo constar en el acta de la sesión que la Declaración Unilateral de Independencia no tenía efectos jurídicos y que no se votaba el preámbulo en el que se hacía la declaración. Y por lo visto, pese a todos los informes y hojas de ruta de los consejos asesores, tampoco estaba prevista la respuesta del Estado, que evidentemente ha sido desproporcionada al encarcelar a exconsellers, pero que era previsible a la vista de la legislación española y las amenazas de recurrir al artículo 155 e intervenir la autonomía. Bienvenida sea la autocrítica, pero hubiera estado mejor planteársela cuando era Puidemont quien barajaba convocar las elecciones sin que hubiera estado intervenida la Generalitat. Pero pesaron más los gritos de quienes tenían prisa y ahora hay que recuperar el terreno perdido con el 155. El sueño independentista sigue más vivo que nunca pero para hacerse realidad tendrá que ampliar su base y no repetir errores.

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