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“La cultura machista ha normalizado la conducta delictiva hacia las mujeres, que la sufren y hasta se sienten culpables.” Así de elocuente empezaba el manifiesto leído ayer en Lleida en el acto de celebración del Día Mundial para la Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres, para recordarnos a todos que a pesar de los avances registrados en algunos ámbitos la lacra del maltrato hacia el sexo femenino sigue enquistada en nuestra sociedad. Y para corroborarlo solo recordar que el viernes, vigilia de la jornada reivindicativa, Katharina, una mujer de 35 años de nacionalidad alemana, fue asesinada por su expareja en Vinaròs, convirtiéndose en la víctima número 45, cifra que ya supera las 44 de todo el año pasado. Una situación que pone en evidencia que las medidas tomadas hasta el momento han resultado ineficaces para acabar con el machismo, y que hay que redoblar los esfuerzos para conseguirlo. Y hay que hacerlo en todos los ámbitos, porque en todos ellos se pueden apreciar conductas execrables. Comenzando por un sistema educativo que fomente la igualdad de género entre los alumnos ya desde bien pequeños, para cambiar el modelo de masculinidad imperante. Lo hecho hasta ahora en materia de prevención en los centros de enseñanza no ha dado el resultado esperado, puesto que el desprecio hacia las mujeres sigue apareciendo cada vez a edades más tempranas. Un eslabón importante en la cadena es el ámbito familiar, en el que hay que dar buenos ejemplos y estar al quite para detectar cualquier brote de violencia de género en los hijos. Los poderes del Estado no son ajenos tampoco al fracaso de la lucha contra la violencia de género, y solo cabe recordar la campaña del ministerio de Sanidad contra el consumo de alcohol entre los menores en que relacionaba la ingesta por parte de las jóvenes con las relaciones sexuales no consentidas, y el juicio por la violación múltiple de una joven en los Sanfermines del pasado año por parte de cinco hombres en que el juez admitió como prueba informes de la defensa sobre la mujer que perseguían criminalizarla y arrojar dudas sobre su conducta. La protección de la víctima debe ser el objetivo principal e irrenunciable de toda actuación legislativa, judicial y policial, y debe estar a la altura de la demostración de valentía, que en muchos casos supone para las afectadas la denuncia de los hechos.

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