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Los leridanos y catalanes han vuelto a demostrar su solidaridad con las familias más necesitadas en el Gran Recapte del Banc d’Aliments. En las comarcas de Lleida, los ciudadanos han donado nada menos que 280.000 kilos de alimentos, entre un 10% y un 15% más que el pasado año, mientras que en toda Catalunya han sido más de 4 millones de kilos. Son cifras espectaculares que servirán para poder aliviar la situación de miles de personas cuya falta de recursos les impide alimentarse en condiciones. Además, esta gran solidaridad también se plasma en el gran número de voluntarios –2.800 en Lleida– que colaboran en la recogida y clasificación de los productos. Ha quedado patente que el Gran Recapte está más que consolidado y que ha calado entre la sociedad, cuando todo parecía apuntar que en un contexto de cierta recuperación económica el resultado final sería inferior al de la anterior edición.

Hay que felicitar a los responsables del Banc d’Aliments por esta iniciativa y a los ciudadanos de a pie por su gran solidaridad. Pero también hay que preguntarse si es la sociedad civil la que debe hacerse cargo de atender las necesidades de la población más necesitada o si bien son los poderes políticos y económicos los que deben asumir la mayor parte de esta responsabilidad. Solo en Lleida hay 26.500 usuarios del Banc d’Aliments, y la teórica recuperación económica tras la crisis no es óbice para que muchos de los que encuentran un trabajo tengan salarios que no les permiten llegar a final de mes. Se han dado algunos pasos positivos, como la puesta en marcha de la Renta Garantizada en Catalunya, pero tanto aquí como a nivel global hay una rampante desigualdad social que provoca que cada vez menos personas concentren la mayor parte de la riqueza, a la vez que disponen de múltiples mecanismos para minimizar el pago de impuestos, mientras no para de crecer el número de las que no tienen suficientes recursos para llevar una vida digna. De hecho, que el Banc d’Aliments reparta dos mil toneladas de alimentos al año para atender a las familias de las comarcas de Lleida que necesitan esta ayuda da fe de que la llamada sociedad del bienestar, que hace no tantos años parecía cerca de poder convertirse en una realidad, es un objetivo cada vez más lejano.

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