EDITORIAL
Impotentes ante los bienes de Sigena
Pasado mañana, 11 de diciembre, se acaba el plazo dado por el titular del juzgado de instrucción número 1 de Huesca para que 44 de las obras de arte sacro que acoge el Museo de Lleida sean trasladadas a Sigena. Sin embargo, el director de la institución leridana aún ve un atisbo de esperanza: “No damos las obras de Sigena por perdidas”, aseguró ayer Josep Giralt. Del mismo parecer son el presidente de la Diputación de Lleida, Joan Reñé, cuyos servicios jurídicos han interpuesto una batería de alegaciones y recursos para exigir que no se rompa la unidad museística protegida por la Generalitat y que se respeten los plazos judiciales todavía en curso, y también el alcalde de Lleida, Àngel Ros, que no ve sentido a una ejecución cautelar porque los bienes están protegidos hasta acabar el recorrido jurídico en el Tribunal Supremo. Por otra parte, todos los integrantes leridanos del Consorci del Museu de Lleida, Comarcal y Diocesà se han mostrado indignados y perplejos por la providencia que autoriza el uso de la fuerza para retirar los bienes y trasladarlos al monasterio aragonés pero poco más pueden hacer de lo que ya han hecho las administraciones leridanas y catalanas implicadas, puesto que el departament de Cultura, presidente del Consorci y del Museo, ahora está en manos del Ministerio homólogo del gobierno central tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Catalunya y la intervención de todos los estamentos del gobierno catalán.
Triste, muy triste cómo, de una forma u otra, lleva camino de acabar este litigio que debería haber seguido desde el principio el camino del acuerdo y la buena vecindad que desde tiempos inmemoriales ha caracterizado las relaciones entre Lleida y Aragón en la extensa franja territorial que comparten, tanto en temas sanitarios como educativos, laborales o familiares. Además, si finalmente la unidad museística se rompe, se abre una complicada caja de Pandora que podría servir de precedente para las miles y miles de obras dispersas por los museos de todo el mundo cuyos titulares originales también podrían querer recuperarlas con un entramado jurídico, diplomático y político de difícil predicción y solución. El mismo monasterio de Sigena tiene importantes piezas en otros museos como en el Prado que nadie osa reclamar.