SEGRE

Creado:

Actualizado:

Hoy se acaba la campaña electoral más atípica vivida en la democracia española, en unas circunstancias absolutamente anómalas con candidatos en prisión o en el exilio, con la institución sobre la que votamos intervenida por el Gobierno central pero convertida por otros en república virtual, y aderezado todo por una sensación de normalidad con la aceptación implícita de las normas fijadas y del nuevo escenario. Votaremos con la incógnita razonable de si algún candidato conseguirá la mayoría necesaria, pero también con una duda menos admisible de saber si el candidato ganador podrá defender su investidura en el Parlament, si podrá negociar los apoyos necesarios o incluso si podrá asumir el mandato que reciba del pueblo pese a que no hay ninguna condena firme que les prive de sus derechos políticos. Y votaremos después de un proceso anómalo con la aplicación del artículo 155 y después de que Puigdemont cambiara su decisión inicial de convocar elecciones por una proclamación de la república, decepcionante en el fondo y en la forma, y que ha dejado a Catalunya con su institución de autogobierno intervenida. En estas circunstancias, sería ingenuo esperar una campaña convencional y que se plantearan debates programáticos o que se prometieran grandes retos para la nueva legislatura. No es momento de programas y de hecho ningún partido se ha esforzado en elaborarlos o en defenderlos y se está apelando a las convicciones y también a las emociones, invocando incluso a legitimidades contrapuestas, para unos el gobierno de Puigdemont y para otros la Constitución, y en consecuencia se han generado dos bloques que a tenor de los precedentes y de las encuestas parecen muy igualados, que se decantará en un sentido u otro en función de la participación, del voto de los indecisos, que siguen siendo muchos pese a la polarización del momento político, y también de la capacidad de algunas fuerzas para ejercer de bisagra o articular nuevas mayorías. El voto del jueves será una cuestión de fe, en un caso de colocar las ilusiones independentistas por encima de los errores cometidos y de las dificultades por superar, y en otro de apostar por un encaje en España en el que la mayoría se sienta cómoda a pesar de todos los agravios que se puedan presentar y de una incomprensión histórica. Y sería bueno que hubiera vías de entendimiento entre los dos bloques, pero ya parece un exceso de fe.

tracking