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Se convocaron elecciones para aclarar el panorama político catalán después de la DUI y del 155 y las urnas nos han deparado un resultado similar después de una participación récord, con la misma polarización que teníamos con dos bloques que parecen tan irreconciliables como inamovibles y alguna complicación añadida como es que el partido más votado en Catalunya ha sido Ciudadanos, tal y como anunciaban las encuestas para desagrado de los independentistas y también de Rajoy, que ha visto cómo sus candidaturas catalanas se hundían y era Inés Arrimadas quién recogía los frutos de su intervención. Ha ganado Ciudadanos en escaños y en votos, pero se antoja imposible que Arrimadas pueda ser investida presidenta de la Generalitat porque el bloque independentista, Junts per Catalunya, Esquerra y CUP, si se ponen de acuerdo como parece previsible, sigue manteniendo su mayoría absoluta con 70 escaños, dos menos de los que sumaba hasta ahora pero superando el listón de los 68 escaños que marca la supremacía parlamentaria, algo muy meritorio teniendo en cuenta que sus cabezas de lista no han podido participar en la campaña y que demuestra la fidelidad de los votantes del bloque. Lo significativo es que las urnas han despejado la incógnita del liderazgo independentista que ha flotado en buena parte de la campaña, porque la lista de Puigdemont ha superado claramente la candidatura de Esquerra, que partía como gran favorita. Un resultado que despeja la polémica sobre el liderazgo independentista, pero que deja abiertas las dudas sobre qué pasará con la posible investidura de un candidato refugiado en Bruselas y contra el que pesan órdenes de detención de la Justicia española. ¿Podrá recuperar Puigdemont la presidencia de la Generalitat si consigue los votos de ERC y CUP? ¿Tendrá que designar Junts per Catalunya otro candidato que no esté perseguido por la Justicia? Sea como fuere el resultado, se abre un panorama tan complejo como el que teníamos antes de la aplicación del artículo 155, con la misma división en bloques, más polarizados si cabe, con un espectacular hundimiento del PP cuyas consecuencias se trasladarán a Madrid y tendrán que derivar en una profunda renovación y un replanteamiento de su política en Catalunya. Aquí, todo apunta a que continuaremos con la polarización, la incertidumbre, las mayorías insuficientes para grandes cambios y la difícil gobernabilidad.

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