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Rajoy explicó ayer que aplicó el artículo 155 y convocó elecciones porque la situación era excepcional y había que mandar un mensaje a todos. La respuesta ha sido clara y contundente: vuelven a tener mayoría los mismos que había destituido porque así lo han querido los catalanes que han mantenido los apoyos al bloque soberanista, en cambio, el PP ha cosechado los peores resultados de su historia quedándose con solo tres diputados, mientras su adversario ideológico Ciudadanos se convertía en la fuerza más votada. Los resultados tendrán repercusiones en Madrid porque Albert Rivera se refuerza como alternativa y porque los resultados son tan contundentes que nadie puede disimular el fracaso de Rajoy, pero en Catalunya dejan las cosas aún más complicadas de lo que estaban: la candidata más votada no tiene posibilidades de conseguir una mayoría y el segundo más votado, que sí tiene garantizada la mayoría y en consecuencia la investidura, es el presidente destituido que está en Bruselas y con una orden de detención en cuanto pise el territorio español. Los resultados deberían propiciar un cambio de política de Rajoy, pero de momento se limitó a prometer diálogo con el presidente que salga elegido, pero dentro de la ley, con lo que implícitamente descarta hablar con Puigdemont como reclama el triunfador electoral que pidió reunirse con Rajoy sin condiciones previas en un país europeo. Seguimos en una situación atípica que debería solucionarse con el ejercicio de la política de forma que se respetara la decisión de las urnas y se superaran los imponderables jurídicos que pueden dificultar incluso la constitución del Parlament y la presencia de los diputados electos que están en prisión o en el exilio. Y esto pasa por el cambio de calificación jurídica de los delitos que se les imputa, porque no es sostenible mantener los cargos de rebelión o sedición, ya que no se puede demostrar la existencia de violencia, por el fin de la prisión preventiva y por negociar el retorno de los exiliados para que puedan asumir las responsabilidades conferidas por los votantes. Por otra parte, también habría que renunciar a la unilateralidad porque no hay mayoría suficiente para la independencia, mientras sí se pueden buscar consensos amplísimos para un referéndum tal como avanzó Puigdemont en la noche electoral. Hay que negociar, hacer política para poner fin a la situación de incertidumbre. Y Rajoy debe asumirlo.

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