EDITORIAL
Sin miedo... y sin respuestas
Medio año después de los terribles atentados de Barcelona y Cambrils toca hacer balance. Seis meses es muy poco tiempo para que haya cicatrizado el dolor por la muerte absurda de dieciséis personas, pero más allá de la dimensión humana de la tragedia, se impone la reflexión. Ada Colau anunció ayer que el ayuntamiento de la capital catalana se personará como acusación particular en la causa para “acompañar a las víctimas” y para defender los intereses de Barcelona pero, sobre todo, para tener acceso directo a la información del caso. Entre el 17 de agosto, cuando se perpetró el atropello masivo en Les Rambles, y el día 21, cuando se abatió al último de los terroristas que participaron en la masacre, los Mossos d’Esquadra se ganaron el prestigio internacional por la rapidez (y efectividad) con la que neutralizaron a toda una célula yihadista. Fueron cuatro días muy duros que, sin embargo, se gestionaron con total transparencia informativa. El mayor Trapero se convirtió en héroe nacional. De forma espontánea, la población llenó de flores los coches patrulla y salió masivamente a la calle para gritar “No tinc por!” en una multitudinaria manifestación. Seis meses después, Josep Lluís Trapero está siendo investigado por un supuesto delito de sedición en la Audiencia Nacional y Joaquim Forn, su superior político, el conseller que se apuntó el éxito policial de la resolución de los atentados, lleva más de tres meses en prisión preventiva. Y aún más inexplicable resulta que el gobierno que preside Mariano Rajoy, con la complicidad necesaria del PSOE i Ciudadanos, se niegue a dar explicaciones sobre la relación entre el imán de Ripoll, cerebro de la célula terrorista, y el CNI. Siempre es censurable la opacidad, pero que se vete dar explicaciones en el Congreso sobre la conexión entre el imán responsable de 16 muertes y la inteligencia española resulta preocupante. Cuando una democracia niega la transparencia en un tema tan grave y doloroso es que alguna cosa falla. Mientras, Les Rambles se han vuelto a llenar de flores. Las víctimas tendrán un memorial para que no se olvide nunca que en la calle más bonita del mundo, en palabras de Federico García Lorca, la sinrazón terrorista sesgó la vida de dieciséis personas. Puede que para entonces ya se hayan despejado algunas de las incógnitas que ensombrecen, aún más si cabe, el recuerdo de un largo día de verano.