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Ayer se cumplían diez años del primer viaje en AVE entre Madrid y Barcelona, que llegaba dos años después del enlace entre Madrid y Lleida y tras varios retrasos por la complejidad de las obras y algunas polémicas sobre su trazado. Las obras costaron casi nueve mil millones de euros, con un desvío del 31 por ciento sobre su precio de adjudicación y un coste de 14,4 millones por kilómetro, con episodios que ya son historia como las dolinas de los Monegros que obligaban a reducir la velocidad a los convoyes, pero diez años después hay que reconocer que el AVE ha sido un éxito, con 85 millones de usuarios en el conjunto de la línea y cinco millones de viajeros entre Lleida y Barcelona, y aunque no ha conseguido la rentabilidad, porque ninguna línea de alta velocidad en España lo es, sí ha ganado la batalla al puente aéreo y al resto de medios de transporte. El AVE, y en el transporte de Lleida a Barcelona el Avant, ha acercado considerablemente Lleida a Barcelona, pero también a Madrid y Zaragoza, cambiando los hábitos de quienes se desplazan habitualmente a estas ciudades por su comodidad, su rapidez y su puntualidad y facilitando que se pueda trabajar en la capital catalana y residir en Lleida. Fue un gran acierto mantener la estación en el centro de la ciudad a diferencia de lo que ha sucedido por ejemplo en Tarragona, pero también hay que reconocer que no se cumplieron las optimistas expectativas creadas con su inauguración que preveían la completa renovación del barrio de la estación con nuevas viviendas, parkings para dejar los coches y negocios complementarios que no han cuajado, sea por el impacto de la crisis económica que también llegó con el AVE o porque el optimismo de las previsiones era exagerado. Hay cosas a mejorar empezando por el precio que sigue siendo elevado sin abonos flexibles y sin que los Avant prolonguen su recorrido hasta Zaragoza como se ha reclamado, pero lo cierto es que los convoyes se llenan y que quienes viajan habitualmente a Barcelona o Madrid han aparcado el coche y apuestan claramente por el tren. Lamentablemente la apuesta de los sucesivos gobiernos por la alta velocidad ha dejado sin inversión el resto de líneas que languidecen y agonizan, como es el caso de la línea de Manresa, o están desaprovechadas como las líneas convencionales. Ahora la apuesta es conseguir que el nuevo AVE barato tenga parada en Lleida. Algo obligado a tenor de la demanda.

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