EDITORIAL
De la guerra fría a la guerra cruda
La historia se repite. El envenenamiento del exespía ruso Sergei Skripal, que fue atacado con gas nervioso en Inglaterra cuando se encontraba con su hija el pasado 4 de marzo, rescató la guerra fría del baúl de los recuerdos. El Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Francia exigieron respuestas a Moscú porque, en versión de la primera ministra británica, Theresa May, solo había dos posibilidades: o Rusia ordenó el ataque porque Skripal estaba condenado como agente doble al servicio de su Majestad y del Kremlin o bien el gobierno de Putin había perdido el control de la sustancia y habría acabado en manos inadecuadas. Lo que empezó como una película de espías, acabó con una grave crisis que se saldó con decenas de diplomáticos expulsados. La guerra fría cruzó el Atlántico y se caldeó en Twitter. El particular Vietnam de Donald Trump se estableció en Siria. El presidente americano calificó a Al Assad de “animal asesino y gaseador” tras el brutal ataque de la ciudad de Duma. Rusia, aliada incondicional del presidente sirio, respondió con más amenazas. Era cuestión de tiempo que dos de las personalidades más controvertidas de la política mundial, dos de los hombres más poderosos del mundo, apretaran el famoso botón rojo. “Misión cumplida”, sentenció Donald Trump vía red social del pajarito. Era la confirmación de que se ha pasado de la guerra fría a la guerra cruda. Trump, con el apoyo del Reino Unido y Francia, disparó un centenar de misiles. Una “operación quirúrgica” que no ocasionó víctimas mortales. Putin ya ha acusado a Estados Unidos de terrorismo. La versión 2.0 del ojo por ojo. Y, en medio, la población civil de Siria. Pensiones en el punto de mira Los jubilados volvieron a salir ayer a la calle. Eso sí, el poder de convocatoria de los sindicatos queda muy lejos del de la Marea Pensionista. Un centenar de leridanos –unos 2.000 en Barcelona– exigieron pensiones dignas, derogar las reformas del PP, volver a vincular su actualización a la subida del IPC, así como elevar las mínimas a 1.000 euros. En el horizonte, una amenaza de huelga sin concretar.