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Pendientes de posibles matizaciones, parece que en una cuestión sí hay un amplio consenso entre los partidos catalanes y especialmente en el bloque soberanista: habría que evitar la repetición de elecciones. Lo dijo Carles Puigdemont el domingo planteando que se buscaran alternativas, lo repitieron ayer desde Esquerra con más urgencia y con más o menos entusiasmo lo mantienen todos los grupos porque nadie quiere enfrentarse a unos nuevos comicios que podrían repetir el actual escenario y representarían el mantenimiento del 155 con la Generalitat intervenida. Sí hay diferencias en el ritmo porque unos dicen que hay tiempo hasta el 22 de mayo, fecha límite, y otros consideran que es urgente presentar un candidato elegible. Y esta es la gran cuestión: el candidato. Los propuestos hasta ahora han chocado contra la legislación vigente que impide la investidura a distancia o de quien no comparece ante el pleno para defender su programa y en unos casos porque está en el extranjero y en otros porque está en la cárcel y no ha obtenido el permiso judicial los candidatos que podían alcanzar la mayoría parlamentaria se han quedado en el camino. ¿Pueden cambiar estas circunstancias antes del 22 de mayo? Desde un punto de vista realista, parece claro que no, que ni Puigdemont, el candidato de la mayoría soberanista, podrá acudir al Parlament, ni que Sànchez o Turull podrán conseguir el permiso del juez Llarena para defender su programa. Se puede tensar la estrategia para dejar en evidencia al Estado español y mantener alguna de estas candidaturas, pero difícilmente conseguirán la investidura salvo un cambio radical de la situación. Desde ERC se insiste en que JxCat proponga un candidato elegible, es decir que no esté imputado, que pueda conseguir la investidura en segunda vuelta y recuperar el autogobierno, y Puigdemont habló de buscar alternativas. A veces hay que renunciar a lo mejor para avanzar con lo posible y tendrán que valorar qué es prioritario: mantener la supuesta legitimidad del exilio o aprovechar las posibilidades que ofrece una Generalitat recuperada para hacer política, para aplicar su programa, para defender a los presos y hasta para erigirse en interlocutor en todas las negociaciones que se planteen. No es cuestión de nombres, sino de programas y lo prioritario debería ser recuperar la Generalitat y acabar con este negro periodo y además evitar el fracaso de unas nuevas elecciones.

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