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El primer día de la deseada normalización institucional con la toma de posesión de los nuevos consellers en la Generalitat y la asunción de responsabilidades del nuevo presidente en la Moncloa se está pareciendo a todo menos a un aterrizaje suave. El anuncio de que el leridano Josep Borrell sería ministro de Asuntos Exteriores ha desatado la indignación independentista encabezada por Puigdemont, que le acusa de “incitar al odio”, en un cierto paralelismo con las críticas que en su momento el bando constitucional dirigió al presidente Torra. Por la mañana, en las tomas de posesión de los nuevos consellers que zanjaban el 155 hubo muchos gestos simbólicos, pero también apelaciones a la unilateralidad y a persistir en la construcción de la república y ya se planteó la primera polémica con Madrid antes de conocerse a los interlocutores porque ha dejado de aplicarse el control financiero del 155, pero de momento se mantiene el que contempla el Fondo de Liquidez Autonómica que empezó a aplicarse en 2015, que conlleva la revisión mensual de las cuentas y se aprobó por cuestiones de déficit y no políticas. El nuevo vicepresidente y conseller de Economía, Pere Aragonès, exigió su retirada y desde Madrid el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, se limitó a decir que habrá que ir acompasando la vuelta a la normalidad y que de momento se mantendría algún tipo de control, pero la primera polémica ya estaba servida. Tampoco en Madrid las aguas estaban calmadas porque el PP ya anunciaba una oposición feroz y que modificaría en el Senado los presupuestos que ellos mismos habían presentado en el Congreso para “castigar” al PNV y desde Podemos se reclamaba presencia en el futuro gobierno, pero rechazaban que su representante fuera Íñigo Errejón, que es el que gusta en las filas socialistas. Aún resuenan las apelaciones al diálogo de Sánchez y sin tiempo a que pueda formar gobierno ya tiene varios frentes abiertos en su primer día de gestión. Era de ilusos esperar en los tiempos que corren que le concedieran los tradicionales cien días de gracia, pero abrir las hostilidades el primer día también parece excesivo, salvo que primen los intereses partidistas por encima de las necesidades del país. Habrá que darle un mínimo de tiempo para que pueda formar gobierno, para que explique sus intenciones, para que intente abrir vías de diálogo y exigirle responsabilidades cuando empiece a gobernar.

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