EDITORIAL
Deshielo
Del encuentro entre el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y del presidente de la Generalitat, Quim Torra, solo conocemos lo que ellos y sus equipos nos han querido explicar, que para unos será un avance y para otros la confirmación de un fracaso anunciado. Pero hay cuestiones importantes a valorar y por encima de todo que hayan hablado, que dos políticos con responsabilidades y con ideologías y mandatos de sus electores muy diferentes y hasta contradictorios, hablen durante dos horas y media es un éxito de la política. Y también, un signo de esperanza, porque algo tan normal como el encuentro de dos dirigentes se había convertido durante el mandato de Rajoy en algo absolutamente excepcional e incluso imposible de imaginar o de escenificar. En esta ocasión, las dos partes tenían voluntad de hablar y el cambio de actitud se reflejó hasta en un tono más cordial de lo que suele ser habitual, con una escenificación que incluyó el paseo por los jardines de la Moncloa. También es positivo que haya empatía entre los dos dirigentes que deben recuperar las vías de diálogo de lo que ayer calificaron como un conflicto político. Estamos ante otro avance porque si el problema es político, la solución obviamente ha de ser política y no policial o judicial y, aunque para quienes reclaman la independencia puede ser un retroceso la recuperación de las comisiones bilaterales, lo importante es que vuelva a haber un foro de negociación en el que puedan plantearse las discrepancias o las reivindicaciones. En dos horas no puede solucionarse un problema de siglos que se había agravado en los últimos meses y, evidentemente, ni Torra deja de ser independentista por hablar con Sánchez, ni este dejará de defender la Constitución española, pero sí pueden y deben abrirse caminos y reuniones como la de ayer. Son las que tienen que servir para potenciar los puntos de encuentro y minimizar las discrepancias a sabiendas de que los objetivos finales de unos y otros son muy diferentes. Pero de momento, también es positivo que los partidarios del “cuanto peor, mejor” de los dos bandos se sientan decepcionados por la entrevista y critiquen a sus protagonistas por supuestamente traicionar a los suyos y sus principios. Tarradellas marcó un estilo al calificar como positiva una entrevista desastrosa con Suárez y ayer no se llegó a ningún acuerdo sustancial, pero es un paso importante que se sienten y hablen.