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El PDeCAT celebra este fin de semana su asamblea nacional con una ponencia política en la que se hacía un reconocimiento explícito del liderazgo de Carles Puigdemont, que ayer junto al president Torra presentaba su propio proyecto político en forma de movimiento transversal y bautizado como Crida Nacional per la República. Si ya había diferencias, internas y de imagen, entre el partido heredero de la antigua CDC y Junts per Catalunya, la candidatura auspiciada por Puigdemont en la que se integró el PDeCAT y sectores independientes afines al president, ahora el panorama registra una nueva sacudida con la irrupción del nuevo movimiento.

De entrada, y a tenor de lo expuesto por dirigentes soberanistas, estamos ante lo que en términos económicos se llamaría una opa al PDeCAT: o los neoconvergentes se integran en el nuevo movimiento o pierden su principal activo, el mismo Puigdemont, y pueden verse abocados a perder su actual protagonismo. Habrá quien matice la operación explicando que la nueva Crida no es un partido clásico, sino un movimiento transversal en el que pueden integrarse partidos, entidades sociales o independientes que compartan el espíritu del 1 de octubre y la reivindicación de la república, pero la cuestión es si es compatible la nueva Crida con el PDeCAT y es evidente que el objetivo es que el PDeCAT se integre en este movimiento porque sus mismos dirigentes explicaron que harán lo que digan sus militantes este fin de semana.

Y no es fácil explicar que la refundación de CDC como PDeCAT de hace solo dos años tenga que sufrir ahora esta nueva mutación después de haber comparecido en las urnas con siglas cambiantes cada convocatoria desde la histórica CiU: Democràcia i Llibertat en 2015, Junts pel Sí en 2015, Convergència en solitario en 2016 y después Junts per Catalunya. Quienes se han desmarcado con rapidez han sido los de ERC que se han congratulado de que Puigdemont quiera fortalecer el centroderecha independentista, pero dejando claro que ellos son la izquierda y que son partidarios de “sumar separadamente” como ya mantuvieron en las últimas elecciones rechazando la reedición de Junts pel Sí y seguro que se repetirán los debates sobre la pertinencia de la unidad y el mejor aprovechamiento del sistema electoral para ensanchar la base, pero el precedente de Macron y la coyuntura catalana hace pensar que los partidos clásicos lo tienen complicado.

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