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Se ha atribuido a muchos autores, de Voltaire a Churchill, la sentencia con diversas variantes de que no pienso como usted, pero estoy dispuesto a todo para que usted pueda exponer sus ideas y es realmente uno de los fundamentos de cualquier democracia: que todos podamos exponer y defender nuestras ideas sin temor a ser descalificados, insultados o mucho menos agredidos. Por esto hay que lamentar que hayamos tenido que acuñar un nuevo término, delitos ideológicos para definir los incidentes registrados por enfrentamientos entre personas con diferente ideología política y que según la estadística presentada el jueves por el conseller de Interior, Miquel Buch, ascienden a 178. Aquí se incluyen desde la agresión al fotoperiodista Jordi Borràs por parte de un policía hasta el escrache al juez Llarena en Palafrugell, pasando por los enfrentamientos de Verges entre encapuchados que descolgaban esteladas y vecinos del pueblo o los ataques a sedes de partidos políticos. Según el conseller, no hay movimientos organizados de extrema derecha, pero sí explicó que al igual que hay comités de defensa de la república locales, también se han creado “GDR”, grupos de defensa y resistencia, en ámbitos locales, que han derivado en enfrentamientos que por su número se concentran básicamente en el Maresme y el Bages.

Hay un problema serio y real de que estos choques se generalicen o que vayan a más en cantidad y también en intensidad y por esto el conseller de Interior garantiza que “no habrá impunidad para quien traspase la línea roja de respeto de la libertad ideológica” y no puede haber ninguna tolerancia con quien promueva o participe en actos violentos. Lo dicho por el conseller debe servir para los grupúsculos de extrema derecha que intentan obstaculizar la libre expresión de otros conciudadanos, o los de otro signo que apedrean las sedes de los partidos constitucionalistas hasta convertir estos ataques en algo habitual y periódico, pero también para algunos CDR, que se han erigido en defensores de la ortodoxia y guardianes de la fe independentista organizando escraches en las sedes de los partidos independentistas por considerarles blandos y traidores. Es otro error, porque iremos más lejos con respeto al discrepante que con intolerancia y radicalidad.

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