EDITORIAL
No queda otra que reciclar
El consumo masivo y la obsolescencia programada están disparando la generación de residuos electrónicos. Tal como damos cuenta en nuestra edición de hoy, en la provincia de Lleida su volumen se ha triplicado en los últimos siete años. Además de un consumismo cada vez más desaforado por el ansia de estar siempre al día de los últimos avances tecnológicos, los expertos señalan que para las empresas es muchísimo más rentable fabricar piezas en cadena que reciclar las de artículos ya en desuso, así que para ellas el medio ambiente es la última o una de las últimas de sus preocupaciones. El proceso de reciclaje sí tiene más éxito en otros sectores, como el de la ropa o los muebles, pero su nivel sigue siendo bajo en general. Los últimos datos sobre el reciclaje de basura en las comarcas de Lleida indican que la mayoría están por debajo del 50%, y la más poblada con mucha diferencia, el Segrià, no llega ni al 30%. Y si a nivel local los datos no son alentadores, a nivel mundial lo son todavía menos. El pasado mes de junio, con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, la ONU alertó de que en los mares y océanos del planeta hay alrededor de 51 billones de partículas de microplástico circulando –lo que supone una cantidad 500 veces superior a las estrellas que hay en nuestra galaxia– y añadía que de mantenerse la tendencia actual, dentro de solo 30 años tendrán más plástico que peces.
Es evidente que reciclar tiene un coste, pero también lo es que la Tierra es un espacio limitado cada vez más presionado por el aumento de la población y, sobre todo, de la contaminación y residuos que generamos. El cambio climático provocado por la emisión de gases invernadero ha pasado en poco tiempo de ser una teoría cuestionada a convertirse en una realidad aceptada por la mayoría porque sus efectos son palpables, y lo mismo sucede con la proliferación del plástico. Es necesario una actuación decidida de los gobiernos, pero también una mayor concienciación individual y colectiva. Para ello, quizás sería útil hacer el ejercicio mental de imaginarnos qué pasaría si fuéramos depositando diferentes tipos de residuos, aunque fueran pocos, en una habitación de nuestra casa. Al principio, su incidencia sería poca, pero al cabo del tiempo, la vivienda sería inhabitable.