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El oso Goiat tiene los días contados en el Pirineo a tenor de lo anunciado por el conseller de Territorio, Damià Calvet, el sábado en Vielha. Manifestó que la Generalitat ya ha comenzado a preparar el plan jurídico y técnico para capturar y expulsar a este plantígrado, que solo en lo que va de año ha sido autor de 24 ataques contra el ganado. Se trata de un proceso que no será sencillo, más por cuestiones políticas que por la complejidad que pueda suponer atraparlo. Y es que como dijo el conseller, se trata de una especie muy protegida y su reintroducción en el Pirineo, iniciada hace 23 años, está financiada generosamente por la Unión Europea. Así, hay que tener en cuenta que la Generalitat recibió unos 2,4 millones del programa PirosLIFE como partida vinculada a la suelta de Goiat.

Es evidente que hay que preservar y potenciar la biodiversidad, pero también que ello debe hacerse partiendo del principio que lo primordial es atender las necesidades de la población que vive en la zona, porque la mejor manera de mantener el territorio es garantizar que haya personas que residan en el mismo de forma permanente. Por ello, y a tenor de la agresividad que ha demostrado, la captura y expulsión de Goiat está más que justificada. En esta línea, las instituciones deben ser sensibles a las quejas de agricultores y ganaderos, que denuncian los crecientes daños causados por la fauna salvaje, motivo por el cual Unió de Pagesos ha convocado una manifestación en Vielha el próximo viernes. Su petición de que haya una gestión para que las distintas especies no proliferen de forma descontrolada parece razonable. De hecho, así se hace en otros países europeos.

Sin ir más lejos, Eslovenia, de donde proceden los osos introducidos en el Pirineo, suele autorizar cada año la captura de un determinado número de plantígrados para evitar que puedan convertirse en un peligro para el hombre. Ahora, en el Pirineo hay alrededor de medio centenar de osos y, a medida que su cifra vaya aumentando se incrementarán las posibilidades de que se encuentren en la montaña con rebaños y también con humanos, como sucedió hace unos días en Aran, cuando cuatro turistas franceses se toparon con una osa y sus crías. La mejor manera de asegurar la coexistencia entre la fauna salvaje y el hombre, así como con la actividad agrícola y ganadera, pasa por mantener bajo control su proliferación.

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