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Desde hace unos meses oímos de una forma más frecuente un nuevo término, “mena”, acrónimo de “menor extranjero no acompañado”, y está cada vez más al orden del día porque la llegada a territorio español de estos adolescentes, la mayoría procedentes del norte de África, va aumentando de forma exponencial y preocupante. Se trata, en la mayoría de casos, de jóvenes que no alcanzan los 18 años y que llegan sin ningún tipo de documentación y muchas veces jugándose la vida para intentar labrarse un futuro mejor que el que se les presenta en su país de origen. El problema es qué hacer con ellos y evitar situaciones como las que se viven estos días en algunos puntos de Catalunya, especialmente en Barcelona, donde estos niños deben dormir incluso en comisarías de Mossos por falta de espacio en los centros de acogida ante la avalancha de menores migrantes. En este sentido, el departamento de Asuntos Sociales de la Generalitat ha registrado, en los ocho primeros meses del año, un total de 1.800 llegadas, cifra muy superior a los 1.480 contabilizados en todo 2017, y que podrían sumar más de tres mil al finalizar el año, según las estimaciones del conseller Chakir el Homrani, que ayer visitó las comarcas de Lleida.

Preocupa el día a día de estos menores, con falta de personal de la administración que pueda atenderles así como con escasez de espacios para ser acogidos, pero mucho más incierto es su futuro a corto y medio plazo ya que, a los 18 años, salen de la tutela de las autoridades puesto que alcanzan la mayoría de edad y, sin estar regularizados, pocas posibilidades tienen de asegurarse un porvenir. El problema está aquí y ahora pero, como en tantos casos, su auténtica solución debe plantearse en el origen. Y es que, al igual que ocurre con los migrantes que llegan con pateras, las medidas disuasorias deben establecerse en el país de procedencia. Sería necesario que organizaciones internacionales se implicaran a fondo en buscar las maneras de eliminar los desequilibrios territoriales y económicos, desequilibrios que empujan a miles de personas a preferir poner en riesgo su vida, surcando el mar en condiciones del todo precarias, a quedarse en sus casas sin ningún aliciente de cara al futuro.

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