EDITORIAL
Recuperación desigual
A pesar de los negros augurios por el procés y de la fuga de empresas, a pesar de los costes económicos derivados del artículo 155, los datos del Anuario Económico Comarcal del BBVA elaborado por el catedrático de Economía Josep Oliver corroboran que la economía catalana ha crecido un 3,3 por ciento en 2017 y que, en líneas generales, se han hecho los deberes y se han superado con nota los efectos de la crisis. De hecho, el Producto Interior Bruto catalán ya es superior al del 2007 cuando se inició la crisis económica con un crecimiento motivado por la reconversión de la estructura productiva, especialmente en los sectores industrial y de servicios, que se ha traducido en una mejora de la productividad, la competitividad y también las exportaciones, que han alcanzado cifras récord. El profesor Oliver explica que la economía catalana se ha beneficiado de los “vientos de cola” de una buena coyuntura internacional con la inestabilidad de los países mediterráneos que compiten con Catalunya por el turismo, además de los bajos precios del petróleo, los tipos de interés próximos a cero, con un euro ligeramente devaluado y el crecimiento de las grandes potencias internacionales que ha actuado de arrastre.
Pero el crecimiento ha sido desigual con más aumento en el Vallès, la Catalunya central y el Camp de Tarragona, mientras que las comarcas de Lleida han quedado por debajo de la media con el menor crecimiento y, entre las menos dinámicas, figuran el Solsonès, el Alt Urgell y la Segarra, mientras que los mejores resultados provinciales los consiguen las pirenaicas Alta Ribagorça y Val d’Aran. Frente a la subida general de la industria, con menor incidencia en Lleida, y los servicios, hemos padecido un mal año agrícola a pesar del buen comportamiento de la fruta fresca y el aceite, porque es el único sector que no creció en el conjunto catalán: bajando un 3,1, que en las comarcas de Lleida se repartió entre el descenso del 1,1 en las comarcas del llano y del 7,5 en las de montaña, a remolque del mal año cerealista y de algunos sectores ganaderos. Un signo esperanzador es que la construcción remonta ligeramente, aunque sigue lejos de los años buenos, y que para el año en curso, las previsiones son que se mantendrá la recuperación y que llegará a las comarcas que en este ejercicio han tenido peor comportamiento.