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En pleno Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, dos niños de Monzón de tan solo 5 y 2 años se quedaron sin madre. Rokhaya D., de 42 años, fue asesinada ayer ante sus hijos mientras a pocos metros de su casa se celebraba un acto para pedir la erradicación de esta chacra. Todo parece indicar que se trata de un nuevo crimen machista por el que fue detenida la expareja de la mujer, un vecino de Binéfar de 48 años. Una manera triste de constatar que las reivindicaciones feministas son más necesarias que nunca y que el tan coreado “ni una menos” sigue siendo una utopía. El asesinato de Rokhaya eleva a 45 el número de mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de año en el Estado. Y ya son 973 desde 2003, cuando se inició el macabro recuento. Precisamente, ayer en Tàrrega se celebró un emotivo acto en recuerdo de estas víctimas bajo el lema “Digues prou, no estàs sola”. Se leyeron 972 nombres, porque aún no estaba en la lista el de Rokhaya. Y este jarro de agua fría llega cuando aún colea la sentencia de la Audiencia de Lleida que rebajó a abusos sexuales la violación de una joven por parte de dos vecinos de Vielha. Una sentencia que recordaba a la de La Manada. De hecho, hasta el abogado defensor era el mismo. Tanto la portavoz del Govern de la Generalitat, Elsa Artadi, como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau y la consellera de Justicia, Ester Capella, rechazaron esta “violencia institucional” que supone la “doble victimización” de las mujeres que denuncian agresiones machistas. Una situación insostenible que ayer empujó a la calle a centenares de personas en las comarcas de Ponent. “Lleida será la tumba del fascismo” fue una de las consignas más coreadas. Pero mientras se condene por abusos y no por agresión sexual a quien no acepte un “no” por respuesta, los imaginativos eslóganes que se vieron en las marchas de ayer están muy lejos de aproximarse a la realidad. Artadi reivindicó un pacto de estado porque, a su modo de ver, de nada sirve tener una ley avanzada si se hace una interpretación restrictiva de la misma. El de ayer fue un día festivo y reivindicativo con una indigesta dosis de realidad. Se pasó del lila feminista al negro en una nueva jornada de luto que debería servir para que el grito de “ni una menos” se convierta en un objetivo de estado en el que todos los actores van a una.

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