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Pocas veces unas elecciones autonómicas representan en la política estatal un terremoto tan devastador como las andaluzas celebradas el domingo, que han acabado con 36 años de hegemonía socialista en un feudo que parecía intocable y que sobretodo marcan la irrupción de un partido ultraderechista, que consigue nada menos que doce escaños y que puede participar en el futuro gobierno de Andalucía. Se esperaba que Vox consiguiera representación, pero la campaña que le han hecho sus propios competidores le ha convertido en la desagradable sorpresa con presencia en todas las circunscripciones, además de haber conseguido derechizar el mensaje del resto de partidos y marcar la agenda política no solo en Andalucía, sino también en España. Malo es que un partido xenófobo, antieuropeo, dispuesto a acabar con las autonomías y que hasta niega las denuncias por violencia de género pueda gobernar en Andalucía, pero aún es peor que con los resultados del domingo pueda tener posibilidades en el conjunto de España a tenor de los vientos reinantes. De hecho, las previsiones del gobierno socialista de un posible adelanto electoral aprovechando el rebufo de unas encuestas favorables y a remolque del esperado éxito de Susana Díaz han saltado por los aires a la vista de los resultados y su posible traslación a España, pero también se antoja imposible aguantar la legislatura con 84 diputados y los esfuerzos redoblados de toda la derecha pidiendo el adelanto electoral. Hay un escenario nuevo y Sánchez tiene un problema muy serio porque el PSOE ha obtenido los peores resultados de su historia y enfrente tiene a un PP, que ha bajado pero menos de lo que se temía conservando el segundo puesto; a Ciudadanos, crecido porque ha conseguido doce escaños más, y a Vox, que continuará con su demagogia populista para seguir creciendo. Ni tiene apoyos para gobernar porque no puede contar con los independentistas, ni buenas perspectivas electorales. Y desde Catalunya, hay que resaltar que quienes más han subido son los que más mano dura pedían contra el independentismo, que han basado su campaña en la defensa de la unidad española y en el recorte del autogobierno. Puede que aquí a algunos ya les vaya bien el “cuanto peor, mejor” y que hayan llegado a la conclusión de que es lo mismo que gobierne Sánchez que Rivera o Casado, pero aún hay diferencias y lo de Andalucía no ayudará a dialogar.

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