EDITORIAL
El nuevo modelo bancario
Más de la mitad de los 231 municipios de Lleida están sin sucursal bancaria y sus vecinos, para hacer cualquier gestión, tienen que desplazarse a otra localidad más grande o hacerlo por internet. Hasta hace pocos años, la fortaleza de las entidades bancarias se vinculaba a la extensión de su red de sucursales, tenían a gala llegar hasta los últimos rincones y presumían de proximidad al cliente porque tenían una sucursal y un empleado de la caja o el banco en la plaza de su pueblo o su barrio. El modelo ha cambiado radicalmente y todas las entidades bancarias sin excepción llevan tiempo cerrando oficinas y sucursales y, sobre todo, reduciendo personal porque el objetivo ya no es captar pasivo y tener muchos clientes, sino buscar la máxima rentabilidad. Y de la misma forma que la reconversión bancaria se ha traducido en una drástica reducción de entidades con cajas y bancos desaparecidas o absorbidas por la crisis, también se ha reducido la competencia, porque la red de oficinas en la provincia ha pasado de 540 a 349, casi la mitad, y es previsible que el proceso continúe porque hasta en las ciudades se reducen las sucursales y el personal de atención al público. El objetivo es que la relación con la caja o el banco se haga a través de internet, o del cajero, si hay menos nivel de informatización, y se vaya prescindiendo del empleado que solucionaba los problemas o agilizaba los trámites, de forma que las sucursales se convierten en espacios abiertos, que en algunos casos ni siquiera tienen cajero en el recinto, para captar un tipo de clientes diferentes del modelo más tradicional y orientado a las inversiones o la gestión del patrimonio, dejando los trámites para el cajero o la red. La transformación del negocio bancario parece irreversible porque todas las grandes entidades anuncian cierres de oficinas y reducción de personal y lo vinculan a una mejora de la productividad y la rentabilidad, pero también dependerá de si el cliente se adapta a este nuevo modelo o prefiere reclamar la atención y la asesoría de su empleado de confianza. Los cambios pueden resultar especialmente problemáticos en zonas rurales con una población envejecida y que, como recogía el gráfico que publicamos ayer, están sin oficinas y sin posibilidades de acceder a la red informática y donde el papel de los “agentes autorizados”, como antaño el de los corresponsales, soluciona los problemas más urgentes. Es otra forma de regreso al pasado.