EDITORIAL
Malas carreteras
Se ha dicho tantas veces, que la repetición puede inducir a relativizar el impacto de la denuncia, pero hay que insistir porque la situación, ya peligrosa, sigue empeorando: casi la mitad de las carreteras de Lleida tienen un riesgo alto o muy alto de accidentabilidad. Concretamente 670 kilómetros de la red viaria son considerados peligrosos en un informe elaborado por entidades independientes y que conocen el sector como es el RACC y otros clubes de automóviles europeos. Sus conclusiones apuntan que la red de carreteras leridana es la que tiene más riesgo de todas las catalanas y, en lo que concierne a las de competencia estatal, figura en el cuarto lugar de peligrosidad, solo superada por las de Huesca, León y Teruel. Pero el informe no hace distinciones entre el mal estado de las carreteras de competencia estatal o catalana, porque por una parte, la N-230 es considerada la segunda más peligrosa del Estado, pero también la C-14 entre Ponts y Bassella es la quinta con riesgo más alto de Catalunya. Es evidente que la orografía de la provincia dificulta que las carreteras sean seguras, pero por esta misma razón debería invertirse más para subsanar los riesgos, contrariamente a lo que sucede. El problema fundamental de nuestras carreteras es que llevamos años recibiendo poca inversión y, en consecuencia, el riesgo en nuestras vías ha aumentado en cuatro puntos respecto al año anterior. Y desgraciadamente, también van subiendo los accidentes. Compromiso con los comedores Aunque el tema no está cerrado y se mantiene la convocatoria de protestas para mañana, el conseller de Educación, Josep Bargalló, se comprometió ayer a buscar un acuerdo para que las asociaciones de padres y madres de alumnos pudieran seguir gestionando los comedores escolares como hasta ahora. El problema se planteó con la adaptación a las nuevas normas de contratación pública y un decreto de la Generalitat que dejaba la gestión de los comedores en manos de los consells comarcals, algo rechazado por las Ampas y buena parte de la comunidad educativa y de la sociedad que no entiende por qué se cambia algo que funciona.