EDITORIAL
Lenguas de segunda
Uno de los argumentos esgrimidos en 1858 para desacreditar a Maria-Bernarda Sobirós cuando dijo haber visto a la Virgen en una gruta de Lourdes era que, según su propio relato, se dirigió a ella en occitano. Bernadette, como pasaría a la historia novelada por Pep Coll, era analfabeta y no hablaba francés. Han pasado 160 años y poco ha cambiado la percepción de las lenguas minorizadas en la Europa de los Estados. Aunque Frederic Mistral ganara el Nobel de Literatura en 1904 escribiendo en occitano, la lengua de los trovadores solo es oficial en uno de los territorios en los que se habla, la Val d’Aran. De hecho, el occitano de Aran es lengua oficial en toda Catalunya desde la aprobación del Estatut de 2006. Pero de la teoría a la práctica hay un buen trecho. El Consejo de Europa ya alertó en 2014 que el Gobierno central incumplía la Carta Europea de las Lenguas Regionales en relación al aranés. La educación preescolar y la falta de textos legislativos traducidos a esta lengua eran una de las muchas carencias que se denunciaban.
Este 2018 el ministerio de la Presidencia ha presentado el quinto informe sobre el cumplimiento de la carta y desde el Institut d’Estudis Aranesi (IEA) se ha dado la voz de alarma, ya que todas las justificaciones de actuaciones en favor del aranés que presenta el Gobierno de España fueron llevadas a cabo por la Generalitat o por el Conselh Generau d’Aran. Y, por consiguiente, el IEA, que preside Jusèp Loís Sans, ha presentado una queja al Parlamento Europeo que ha sido admitida a trámite. El ministerio de Política Territorial está por la labor y asegura que “tiene interés”, pero alguna cosa no funciona cuando los hablantes de una lengua tienen que pedir respeto. Los idiomas –todos– son riqueza cultural. Que el Tribunal Constitucional tumbe el carácter de “preferente” de esta lengua que preveía la ley de Aran de 2010 es un indicador de la fragilidad del aranés. Y es que en una zona tan eminentemente turística como la Val d’Aran, si bien crece el número de personas que escriben y leen en aranés, el número de hablantes se había reducido un 20% una década después de que la lengua tuviera estatus de oficial. Según Mistral, “quien tiene la lengua tiene la llave”. Pero parece que no todas abren las puertas de la administración.