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El último barómetro del CIS publicado este viernes indica que el PSOE volvería a ganar las elecciones, aunque con tendencia a la baja, tras dejarse en un mes un 2,3% y pasar del 31,2% al 28,9%. El PP se mantiene invariable en el 19,1%, que ya cosechó en noviembre, mientras que Ciudadanos pierde tres décimas al pasar del 18,2% al 17,9% en diciembre. Quien más desciende en esta estimación de voto es Unidos Podemos, al bajar un 3,1% (del 18% al 14,9%). De este sondeo oficial –el primero después de las elecciones andaluzas que se celebraron el día 2 del mes pasado y que supusieron la entrada de un nuevo actor en la arena política, la extrema derecha de Vox– destaca que esta formación mejora los resultados reflejados por el CIS de hace un mes y obtendría el 3,7% de los votos de todo el Estado, pero no es la única formación que sube, puesto que también lo hacen partidos minoritarios en la cámara española como PDeCat, Bildu y PNV. ERC lograría el 4,7%, solo una décima menos que el mes anterior (4,8%). En Comú Podem se haría con el 2,7% (2,8%) y el PDeCAT recuperaría 6 décimas y obtendría el 1,4%. Sacar conclusiones del CIS es arriesgado, porque sus vaticinios sirven poco más que para marcar tendencias, aunque sí resulta evidente que los ultraconservadores ganan terreno y más ganarán si PP y Cs dan alas a sus propuestas retrógradas. España tiene ante sí varios retos y de cómo los resuelva dependerá buena parte de su futuro inmediato y, de momento, no es buena señal que dos de los partidos importantes del panorama político, los populares y los seguidores de Albert Rivera, estén dispuestos a retroceder décadas con tal de hacerse con el poder en Andalucía. La responsabilidad de la clase política democrática va más allá de hacer carreteras, regadíos o colegios, ya que en sus manos está también conservar y mejorar las conquistas de libertades y progreso que han heredado de sus predecesores. Todo lo que no vaya en esta línea de salvaguardar los derechos fundamentales de las personas es un paso atrás y una invitación al populismo demagógico que tanto daño está haciendo en muchos países europeos, en los mismos EEUU con el liderazgo de Donald Trump, y, por supuesto, en el Brasil de Bolsonaro. La rivalidad y las lícitas aspiraciones de conquistar el poder no implican que valga todo. El fin no justifica nunca los medios ignominiosos para alcanzarlo.

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