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El deporte femenino está experimentando un auge de grandes dimensiones. Un ejemplo es lo que ha sucedido en los últimos meses en el deporte rey, el fútbol, en el que estadios de Primera división han llegado a llenarse en algunos partidos de la Liga femenina. Lo mismo está sucediendo en Lleida, con los éxitos del AEM y el Pardinyes en fútbol o el del Vila-sana de hockey sobre patines, que se ha convertido en uno de los equipos punteros de la máxima categoría estatal. Todos ellos se suman a un referente como es el Cadí La Seu de baloncesto, que ya es un clásico en la élite y que acaba de protagonizar la mejor temporada de su historia, clasificándose para una competición europea. Sin embargo, todavía queda mucho para conseguir la equiparación real de las mujeres con los hombres en este ámbito, como también sucede en otros. A nivel general, hay una explicación básica: el deporte de competición se ha convertido en un gran negocio, y la incorporación de las mujeres a su práctica se ha producido cuando el mercado estaba monopolizado por los torneos masculinos. En este contexto, las empresas que organizan las competiciones o que controlan los patrocinios y los grandes medios audiovisuales destinan recursos al deporte femenino solo en la medida que creen que les puede reportar beneficios. Una prueba de ello es que donde más se ha avanzado en la igualdad es en deportes donde la presencia de mujeres es más antigua, como en el tenis. Pero al margen de la cuestión económica, que es fundamental, hay otros aspectos donde es posible y necesario avanzar más hacia la igualdad. Uno es en la formación de entrenadoras. Tal como dábamos cuenta en nuestra edición de ayer, se da la circunstancia de que todos los principales clubes femeninos de los deportes de equipo en Lleida están dirigidos por hombres, algo que también es mayoritario a nivel catalán y español. Es evidente que las mujeres están como mínimo tan capacitadas como los hombres para dirigir cualquier equipo. Entonces, hay que preguntarse no solo por qué se da esta situación, sino por qué no hay mujeres al frente de equipos masculinos. Si un hombre puede dirigir a mujeres, ¿qué problema hay para que sea a la inversa? Nos encontramos de nuevo ante un problema generado por un marco mental imperante en nuestra sociedad que cuesta mucho romper, aunque cada vez se van dando más pasos hacia adelante.

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