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Después del expediente de regulación de empleo de Caixabank de la semana pasada que afecta a más de dos mil trabajadores con el cierre previsto de 800 oficinas, es ahora el Banco Santander el que anuncia otro expediente para despedir al once por ciento de su plantilla, 3.713 trabajadores, y cerrar 1.150 sucursales, la cuarta parte de su red actual. Es la tendencia de la banca que ha cambiado radicalmente porque la proximidad de que hacían gala hasta ahora o la competencia por disponer de la más amplia red de sucursales se ha transformado ahora en la obsesión por reducir personal, cerrar oficinas y forzar a sus clientes a que se adapten al funcionamiento digital por las buenas o por las malas. Las cifras del Banco de España sobre el cierre de oficinas son espectaculares porque en los últimos diez años hemos vuelto al nivel de oficinas que había en 1980, con el cierre de 20.000 sucursales, el 43 por ciento del total, y en las provincias en que menos sucursales se han cerrado, Cuenca y Teruel con un 16 y 20 por ciento, no se han suprimido más porque prácticamente ya no quedan y se habían cerrado antes con la despoblación. En provincias como Barcelona se han liquidado más de la mitad de las oficinas bancarias existentes, un 56 por ciento, y en Lleida han sido 269 las sucursales cerradas en estos diez años, el 45,6 por ciento de las existentes, y lamentablemente no ha acabado el proceso porque aún se reducirán más. Hasta ahora estos cierres se planteaban básicamente en zonas rurales de forma que a finales de 2017 casi cinco mil municipios españoles estaban sin ninguna sucursal y por ejemplo en Lleida hay 131 municipios en estas condiciones con unos 39.000 leridanos que no tienen ningún banco, ni caja en su pueblo, pero la liquidación de oficinas ya se ha trasladado a zonas urbanas, justificadas en unos casos por las fusiones o absorciones y en todos por la reducción de gastos y la digitalización. Es comprensible que vaya cambiando el negocio bancario y que ya no consideren prioritario captar pasivo o buscar nuevos clientes potenciando la proximidad, pero están olvidando su carácter de servicio público, distanciándose de sus clientes que empiezan a acostumbrarse a soportar colas en las pocas oficinas que siguen abiertas y hasta en los cajeros. Con este proceso podrán mejorar aún más sus cuentas de resultados, pero buena parte de los ciudadanos espera algo más.

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