EDITORIAL
Un millar de dramas
El asesinato de dos mujeres en las localidades de Ayamonte (Huelva) y Alboraya (Valencia) eleva ya a mil el número de mujeres que han muerto por la violencia machista desde 2003 en que el Gobierno empezó a elaborar esta negra estadística. Son más, porque solo se computan las víctimas de sus parejas o exparejas y porque antes de empezar la estadística ya había un reguero de mujeres asesinadas, pero la estadística se puso en marcha en 2003, justo un año antes de que se aprobara una ley integral contra la violencia de género que, teóricamente, representó un gran avance, pero que con los datos en la mano es evidente que no ha resuelto el drama. Se incorporaban medidas de protección, reparación y prevención, se modificaba el Código Penal y se regulaban las órdenes de alejamiento y hasta se consiguió el consenso de todos los partidos políticos que apoyaron esta ley integral, pero no se ha conseguido cambiar la mentalidad de parte de la sociedad, ni erradicar el machismo latente, ni crear un entorno favorable a las mujeres que denuncien la violencia, ni conseguir que sean juzgados y castigados los maltratadores. Se aprobó después un pacto de Estado con más de 200 medidas aplicables en caso de violencia contra la mujer o sus hijos, que siempre son doblemente víctimas, con una dotación presupuestaria de mil millones, pero muchas de estas medidas siguen en el tintero, no hay dinero para garantizar la protección en casos de alejamiento y, por ejemplo, 14 de las 47 mujeres asesinadas en 2018 habían presentado denuncia sin que les sirviera para conservar la vida. Sigue habiendo miedo por parte de las víctimas a denunciar al maltratador, sigue habiendo tolerancia social hacia estos delincuentes, no hay respuesta rápida y eficiente por parte de las instituciones y, lamentablemente, la aparición de nuevas fuerzas políticas que han llegado a cuestionar la veracidad de denuncias por malos tratos tampoco ayuda a erradicar esta lacra. Hay que recordar que esta violencia machista ya ha causado más muertes que el terrorismo de ETA y que, desgraciadamente, seguirá provocando nuevas víctimas porque lamentablemente se ha convertido en noticia habitual la muerte de una mujer por violencia de género y porque no hay una respuesta ciudadana ante lo que es uno de los grandes fracasos de nuestra sociedad. El problema se puede solucionar con más educación, pero empecemos por proteger a las víctimas.