EDITORIAL
La valentía de una mujer
La pasividad de la víctima no puede interpretarse como consentimiento y solo el “sí es sí”. Esta argumentación del Supremo en la que basa este tribunal la sentencia que eleva hasta 15 años la condena para los cinco salvajes que acorralaron a una joven en los Sanfermines del 2016, violándola grupalmente, es la gran aportación que ya ha hecho la valentía de la denunciante a la justicia española. Una mujer que en el momento de los hechos tenía solo 18 años y que ha pasado un calvario personal, jurídico y mediático, ya que tuvo que soportar en el juicio en Navarra que se dijera, por parte de la defensa, que ella se lo había buscado, que había bebido y que no mostró su rechazo a la brutal agresión que sufrió, ya que su “no” no fue lo suficientemente contundente. Vejatorio, indignante e intolerable. La rectificación de la sentencia es básicamente su triunfo, pero también el de miles, millones, de personas que salieron a la calle indignadas ante la calificación de abusos que dictaron sin rubor los primeros jueces, con una condena irrisoria y con la posterior libertad de los violadores. Fue un insulto para todas las mujeres y un agravio a las leyes de igualdad y las luchas feministas que poco a poco han ido cambiando la sociedad patriarcal en la que hemos vivido hasta ahora. Fue una violación, no un abuso. Y eso es un delito. Artículo 179 del Código Penal. Con los agravantes del artículo 180, por la “vejación”, por el “alarde” que hicieron los agresores y por el beneficio que supone la superioridad del grupo. Ahora, la defensa de los cinco miembros de La Manada va a presentar recurso de amparo al Tribunal Constitucional (TC). El abogado Agustín Martínez, que asumió la representación de los condenados en la vista del recurso de casación ante el Tribunal Supremo, manifestó ayer que estima que se ha vulnerado el principio de presunción de inocencia de sus defendidos. Está en su derecho, pero es evidente que la Constitución garantiza la igualdad de las personas y la sentencia del TS precisamente lo que rectifica es el agravio cometido por los jueces del tribunal de Pamplona. Vivimos tiempos en que la justicia española está en tela de juicio por varias sentencias y argumentaciones que cuestionan la imparcialidad a la que les obliga el principio moral y legal al que están sujetos, pero sin duda la sentencia de La Manada abre una puerta a la esperanza.