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En pocas ocasiones como en esta etapa postelectoral se visualiza con tanta claridad la fragmentación política y la dificultad que sigue existiendo en este país para alcanzar pactos desde posiciones distintas. Que no hay cultura de pacto, y mucho menos de gobierno en coalición como sucede en muchos países de Europa, es evidente viendo las dificultades que tuvo Rajoy en su momento y ahora Pedro Sánchez, ya no solo para gobernar sino hasta para conseguir la investidura. Nuestros políticos se encastillan en posiciones dogmáticas e irreductibles, justificándose en supuestas líneas rojas o en axiomas como “no es no”, que buscan más que imponer sus propias tesis, debilitar o destruir las del adversario sin preguntarse siquiera si hay puntos en común a desarrollar. En cambio, las negociaciones posteriores a las municipales han dado pie a curiosas negociaciones para algunos consistorios y consells comarcals en los que, si hay puntos programáticos en común a nivel local o comarcal, se saltan las líneas rojas de no negociar con independentistas o con quienes apoyaron el 155. No en todos los casos ha funcionado la mecánica de bloques y ya está bien que se exploren todas las posibilidades de acuerdo como ayer planteaba Artur Mas de cara a la investidura, en la línea de lo avanzado por los diputados presos, o como también defendía desde ERC el diputado Rufián reclamando pactos con los comunes. Y es significativo en la política estatal el caso de Navarra, donde el experimento de la derecha presentándose en coalición Unión del Pueblo Navarro, PP y Ciudadanos, que se convirtió en la fuerza más votada, ha tenido la respuesta de un pacto de izquierdas con el PSOE, Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra que con la abstención de Bildu puede facilitarles el gobierno a los socialistas a costa de perder los dos votos de UPN para la investidura de Sánchez. Es significativo que puedan ponerse de acuerdo fuerzas tan diferentes en las cuestiones que afectan a Navarra, por mucho que desde la derecha lo descalifiquen como un gobierno Frankenstein o como el pago de Sánchez a los etarras, porque se supone que todas han cedido en algo y coinciden en lo principal. Coinciden todos los politólogos en que se ha acabado el tiempo de las mayorías absolutas y esto es bueno para la democracia, pero también obliga a reivindicar la cultura del pacto, la capacidad de negociar, de ceder en lo accesorio y defender lo sustancial.

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