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La batalla por la Diputación de Barcelona con el PDeCAT dispuesto a apoyar una presidenta socialista, que tiene los mismos diputados que ERC, se ha convertido en el punto culminante de unas discrepancias entre los dos socios de Gobierno que ya se había manifestado en municipios tan importantes como Cervera o Tàrrega. Los dos partidos se echan en cara que tras las municipales no funcionó el pacto entre JxCat y ERC para apoyarse recíprocamente, de forma que en 26 municipios donde JxCat fue la fuerza más votada no puede gobernar por pactos de ERC con otras formaciones, mientras que en otras siete fue ERC la más votada pero no puede gobernar por pactos de JxCat con otros grupos. Pero, hasta ahora, las dos formaciones se justificaban en la autonomía de las asambleas locales o en cuestiones personales que dificultaban el entendimiento hasta que ha llegado la Diputación de Barcelona, la más poderosa del Estado, con un presupuesto que ronda los mil millones de euros, una plantilla de más de cuatro mil trabajadores y 84 cargos de confianza. No es una institución cualquiera porque, además, durante mucho tiempo había llegado a funcionar como contrapoder de la Generalitat y, tal como sucedió en su momento con el ayuntamiento de Barcelona, se considera de vital importancia que un independentista la presida. En el consistorio barcelonés fueron los socialistas, con el apoyo de Manuel Valls, los que frustraron las aspiraciones de Ernest Margall dando sus votos a Colau, pero en la Diputación, con el pacto alcanzado, son los siete diputados de JxCat los que darán la presidencia a la alcaldesa de L’Hospitalet, la socialista Núria Marín, en detrimento del candidato de ERC, que tiene los mismos diputados que el PSC. El vicepresidente Aragonès dijo que no es cuestión de sillas, sino de que la tercera institución catalana tenga o no un presidente independentista, pero de momento no ha convencido a sus socios en el gobierno de JxCat, que ayer seguían dispuestos a mantener el pacto con el PSC. Pese a su trascendencia, parece claro que está en juego algo más que la Diputación barcelonesa y que la disputa es por la hegemonía en el independentismo y que todos quieren tomar posiciones de cara a las previsibles elecciones catalanas en cuanto se conozca la sentencia. Con este panorama, calificar de “granítica” la cohesión de los dos socios del gobierno como hizo ayer la consellera portavoz suena a ironía.

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