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En las últimas elecciones, Esquerra fue la más votada en el ayuntamiento de Barcelona y obtuvo los mismos diputados que el PSC en la corporación provincial, pero perdió la alcaldía por una mala negociación y por el pacto de socialistas y comunes con el apoyo de Manuel Valls, y ayer también perdió la Diputación, pero la gran sorpresa en esta ocasión es que ha sido porque su socio de gobierno, los posconvergentes de JxCat, dieron su voto a la socialista Núria Marín, que es la nueva presidenta. Ni las advertencias de ERC de que este pacto marcará el futuro del país, ni las manifestaciones convocadas por la ANC en contra de que se pactara con un partido que apoyó el 155 han hecho cambiar de idea a los diputados posconvergentes, que hasta rechazaron la oferta in extremis de los republicanos, que les cedían la presidencia. Desde JxCat se han limitado a explicar que el pacto con ERC no hubiera prosperado porque los comunes lo hubieran impedido, pero ayer estos diputados votaron a su propio candidato, lo que contribuye a mantener todas las especulaciones. Lo cierto es que JxCat ha preferido repartirse con el PSC el suculento pastel de la Diputación de Barcelona, con casi mil millones de presupuesto y más de 90 cargos de confianza, y parece evidente que la decisión ha contado con el aval de Carles Puigdemont, sin que Torra interviniera aquí para evitar el pacto como hizo en Santa Coloma de Farners, a costa de quebrar la frágil unidad independentista pactando con un partido denostado por haber apoyado el 155. Hay agravios acumulados entre los dos partidos y se los han reprochado estos días: desde la negativa de ERC a acudir a las urnas en candidaturas unitarias a la actitud del presidente del Parlament, pasando por la pugna en las campañas electorales y los pactos municipales, pero sobre todo se ha desatado la batalla por hacerse con la hegemonía en la órbita independentista de cara a las elecciones catalanas. Y aunque sean socios de gobierno y compartan la solidaridad con los presos y exiliados, es evidente que ERC y JxCat buscan esta hegemonía y los posconvergentes tenían que buscar alguna plataforma después de que ERC accediera a instituciones como los ayuntamientos y las diputaciones de Lleida y Tarragona, donde sí ha funcionado el pacto soberanista. Y sale ganando con la división el PSC, socio privilegiado en el ayuntamiento de Barcelona y presidiendo la diputación.

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