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Se cumplen dos años del 1 de octubre y se celebró con manifestaciones en las calles y declaraciones de los políticos, con anuncios de más movilizaciones y de llamadas a la desobediencia civil, dando por hecha una condena a los dirigentes del procés y también desde el otro bando con nuevas advertencias de aplicar el 155, en esta ocasión por parte del presidente en funciones, y con una estrambótica moción de censura por parte de Ciudadanos que nace muerta. Se cumplen dos años del referéndum que se celebró pese a la oposición del gobierno español y del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, de una represión absurda, torpe y lamentable del gobierno del PP, con cargas más propias de una dictadura que de una democracia, dos años también de que el 90 por ciento del 42 por ciento de catalanes que acudieran a votar se mostrara a favor de la independencia abriendo la puerta a que nueve días después Puigdemont declarara la independencia unilateral y la suspendiera a continuación y que el 27 del mismo octubre fuera el Parlament quien proclamara la independencia al mismo tiempo que el gobierno y el Senado español activaban la aplicación del artículo 155, que suspendía la autonomía catalana. Dos años también de que, a pesar de que el mundo nos mirara, no movió un dedo, ni reconoció el referéndum pese al despliegue de observadores internacionales. Y dos años después seguimos igual o probablemente peor, porque los dirigentes del procés están en la cárcel esperando la sentencia del Supremo o en el exilio, la mitad de los catalanes sigue a favor de la independencia y la otra mitad continúa en contra, los puentes de diálogo o de posible entendimiento están rotos, la amenaza de aplicar el 155 continúa latente, hay convocatorias de huelga general en cuanto se conozca la sentencia del Supremo, que ya se da por condenatoria, se han aprobado llamamientos a la desobediencia civil y hasta los CDR hicieron público ayer un comunicado en el que “harán temblar al enemigo” como respuesta a “un Estado que actúa como una bestia malherida dispuesta a atacar ferozmente”. Han pasado dos años, pero a la vista de cómo están las cosas, lo peor no es que se hayan cometido errores, algo evidente en los dos bandos, pese a la ausencia total de autocrítica, sino que nadie parece dispuesto a corregirlos, sino a repetirlos aún con más intensidad y radicalidad. Y así no solo no arreglaremos nada, sino que podemos acabar mal.

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