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Se recordaba ayer el 79 aniversario del fusilamiento del presidente de la Generalitat Lluís Companys y en estos momentos tan complicados sería bueno recordar su figura histórica más allá de la vergonzosa detención por la Gestapo, su entrega a la dictadura franquista y su ignominioso fusilamiento el 15 de octubre de 1940, tanto para destacar su dignidad como también valorar, y si es posible, evitar los errores que cometió. Companys, que había sido ministro español de Marina, proclamó “el Estado catalán dentro de la República Federal Española” el 6 de octubre de 1934 por lo que fue detenido y meses después condenado, junto a su gobierno, a 30 años de cárcel. No llegó a estar en prisión los dos años de cárcel que ya llevan los actuales dirigentes del procés porque el 16 de febrero de 1936 el Frente Popular ganaba en España y las candidaturas de Esquerra se imponían en Catalunya y el mismo 21 de febrero, dos días después de formar gobierno Manuel Azaña, se aprobaba un decreto de amnistía que suponía la liberación inmediata de Lluís Companys y sus consejeros Joan Comorera y Joan Lluhí, que cumplían condena en El Puerto de Santa María, y de otros cuatro consejeros que lo hacían en Cartagena y que se reunieron en Madrid al día siguiente. Y se completaba el periplo el 4 de marzo del 36, cuando Lluís Companys volvía a asumir la presidencia de la Generalitat. Viene este recorrido histórico a cuento porque entonces y ahora las urnas son la mejor forma de enmendar una sentencia dura y de carácter político como la dictada esta semana por el Tribunal Supremo y que ha llenado de indignación las calles catalanas. Son comprensibles las protestas y la rabia generada porque son el ejercicio de la libertad de expresión y de manifestación, pero el clima de revuelta permanente que algunos quieren crear no solucionará el conflicto, ni devolverá la libertad a los presos e incluso puede degenerar en nuevos problemas. Compartiendo la indignación y la discrepancia con la sentencia, hay que insistir en el carácter pacífico del procés, en que nadie debería caer en provocaciones, en que los disturbios no beneficiarán a nadie, y que en menos de un mes tenemos unas elecciones en las que todos podremos expresar nuestra posición y que en las actuales circunstancias cobran especial interés, porque si en el 36 abrieron la puerta a la amnistía y a la presidencia de la Generalitat con más motivo pueden hacerlo ahora.

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