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Dos informes económicos publicados ayer, el barómetro del Tercer Sector y el Anuario Económico Comarcal del BBVA, reflejan una situación preocupante en nuestras comarcas muy alejada del triunfalismo oficial y que sigue situando a Lleida en el furgón de cola de Catalunya en cuanto a bienestar y asistencia social y también en cuanto a producción. El primer estudio sobre la situación del tercer sector social muestra que Lleida tiene una población más envejecida que la media catalana con un diez por ciento que tiene 75 años o más, de los que un 28 por ciento vive solo, indicador que en todas las comarcas leridanas está por encima de la media catalana. Lo que está por debajo son las pensiones, de media 874 euros la más baja de Catalunya por el impacto de agricultores y autónomos, y los salarios, de media 17.958 euros en Lleida, que representan tres mil euros menos que el catalán, y también el gasto de los ayuntamientos en personas con necesidades especiales o en servicios sociales y promoción social. Pese a que la mitad de hogares recibe algún tipo de ayuda, un porcentaje que llega casi al 70 por ciento en las comarcas pirenaicas, la mitad de los leridanos confiesa que llega con apuros a final de mes, dato que contradice a quienes estiman que se había superado la crisis y que estamos en fase de recuperación: es evidente que las economías domésticas en la mayoría de comarcas leridanas no han percibido esta reactivación. Y tampoco la ha notado la producción comarcal, porque, según muestra el Anuario del BBVA, solo 17 de las 42 comarcas catalanas han recuperado el producto interior bruto que tenían en 2007, el año en que estalló la crisis. Y entre estas comarcas que han crecido en once años, la única leridana es el Pla d’Urgell, que ha aumentado apenas un 1,2 por ciento el valor de lo que producía hace doce años. En el resto de las comarcas leridanas estamos peor que hace doce años, con caídas tan importantes como el 12 por ciento del Pallars Sobirà o el 6 por ciento del Pallars Jussà y Les Garrigues, que se traducen en un mayor distanciamiento con respecto a las comarcas de más crecimiento que son las ya habitualmente más productivas, el Barcelonès, el Vallès y el Baix Llobregat. Son datos que obligan a preguntarse qué se está haciendo desde las administraciones para favorecer el equilibrio territorial y para preocuparse si se concretan los augurios de otra crisis cuando no hemos salido de la anterior.

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