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Ha concluido la campaña electoral más atípica que hemos conocido y también viviremos hoy un día de reflexión diferente en el que cabe confiar que los actos convocados por el llamado tsunami democrático no alteren la normalidad. Como estaba decidido, la campaña ha durado una semana menos, los candidatos han sido prácticamente los mismos y pese a la trascendencia de lo que nos jugamos mañana la intensidad ha sido mucho menor con menos actos públicos, menos concurridos, menos propaganda en las calles y una sensación de que todo estaba suficientemente explicado pese a que las encuestas siguen recogiendo una altísima proporción de indecisos. Lo que sí han cambiado son los ejes de la campaña con mayor presencia de la ultraderecha, a la que han aceptado el resto de partidos con una normalidad sorprendente pese a que su programa y su discurso siguen recogiendo barbaridades y que concurre con renovadas expectativas de mejorar resultados, y sobre todo con la cuestión catalana como argumento definitivo para ganar votos especialmente más allá del Ebro. Los partidos estatales han competido en anunciar dureza para afrontar el litigio y hasta el PSOE ha parecido olvidar los conceptos de plurinacionalidad o federalismo con errores de Pedro Sánchez sobre el papel de la Fiscalía a la hora de pedir la extradición de Puigdemont, y la única excepción de Podemos, que mantiene su exigencia de dialogar y su defensa de un referéndum. Entre los partidos catalanistas se ha mantenido la unidad en la crítica de la sentencia y en la petición de libertad para los presos, pero también se han evidenciado las diferencias con críticas indirectas entre los dos socios de gobierno y disensiones sobre la estrategia futura que han llevado a la ANC a pedir el voto para JxCat o la CUP, pero no para ERC por su posible apoyo a la investidura de Sánchez. Y esto es finalmente lo que nos jugamos mañana: si es posible desbloquear la situación que impidió la investidura de Sánchez después de las elecciones de abril. No se auguran grandes cambios entre los bloques de derecha e izquierda a nivel estatal, o entre independentistas y constitucionalistas en Catalunya, con apoyos que parecen estabilizados, aunque sí puede haber oscilaciones entre el respaldo que obtenga cada partido de estos bloques y el impacto que pueda tener la abstención tras cuatro elecciones en cuatro años.

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