EDITORIAL
¿Estamos a tiempo?
Ha empezado en Madrid la cumbre sobre el clima que organiza la ONU y que intentará buscar soluciones al cambio climático y forzar a los gobiernos a que adopten medidas eficaces para frenarlo, como continuación de los acuerdos alcanzados en París en 2015 que preveían la reducción de emisiones de CO2 como requisito indispensable para salvar el planeta. Como sucede con estas cumbres, habrá más declaraciones pomposas que compromisos eficaces, y más teniendo en cuenta que son los países más poderosos, Estados Unidos, Rusia y China, los que precisamente más contaminan y menos cumplen los compromisos, con el agravante de que el presidente Trump, en una actuación irresponsable, ha amenazado con retirarse de estos acuerdos porque no considera una prioridad la lucha contra el cambio climático. Pero la cumbre sí ha de servir para concienciar a la población de los peligros a los que nos enfrentamos, porque nos estamos jugando el futuro de la humanidad, de entregar a las siguientes generaciones un planeta viable y con futuro. Mientras unos siguen negando las evidencias, otros se preguntan si estamos a tiempo de frenar el proceso. Es evidente que la actuación del hombre ha modificado el clima y el negacionismo solo puede ser consecuencia de la ignorancia o de connivencia con los lobbis contaminantes, porque ha habido un calentamiento del planeta que sigue aumentando, está subiendo el nivel del mar, el deshielo acaba con los glaciares y los casquetes polares, siguen aumentando las emisiones de CO2, la masa forestal está disminuyendo con incendios devastadores, hay amplias zonas del planeta con problemas de suministro de agua que irán en aumento mientras en otras zonas se sigue dilapidando y, sin ser alarmistas, se puede decir que hay seres humanos, y también la humanidad, que están en peligro si no se toman medidas contra el cambio climático y el calentamiento del planeta. Es algo certificado por los científicos y constatable con las estadísticas, y la pregunta es si estamos a tiempo de revertir la tendencia para evitar el desastre al que estamos caminando. No es una cuestión política, ni ideológica, porque empieza a ser de supervivencia, de salvar el planeta del desastre, de plantearse si lo que se ha entendido como progreso de la humanidad no es en realidad una regresión, y una cuestión tan seria no se puede dejar solo en manos de políticos. Es un problema de todos los ciudadanos.