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Los ajustes de los últimos años se han dejado notar especialmente en inversiones, tanto en los ayuntamientos como en la Generalitat y el Gobierno central. Las partidas presupuestarias destinadas a obras son escuálidas en comparación a las de antes de la crisis, a pesar de que teóricamente esta acabó hace un lustro. Uno de los problemas principales es que este recorte no solo ha afectado a los grandes proyectos, sino también a las actuaciones de conservación y renovación de las infraestructuras ya en servicio. El mal estado del firme de la autovía A-2 (que depende del Gobierno) a su paso por Lleida es un ejemplo palmario de ello y, a falta de analizar con detalle las causas, hay que preguntarse si un mejor mantenimiento no hubiera podido evitar el corte de la C-13 (que depende de la Generalitat) en Llavorsí este fin de semana. El desprendimiento de grandes rocas que ha obligado a tomar esta medida ha ocurrido en el lugar conocido como la Moleta de Roní, en un talud donde ya se habían registrado otros de menores dimensiones en días y semanas anteriores –el pasado jueves y a principios de mes– y también a lo largo de los últimos años. Precisamente, tanto hosteleros, como vecinos y alcaldes coinciden en afirmar que ha faltado inversión para reforzar este talud. Este incidente cuestiona la seguridad de la carretera, aunque por suerte las rocas no alcanzaron a ningún vehículo, y supone un gran perjuicio para una zona cuya economía se basa en el turismo, al coincidir con una de las semanas de mayor actividad del año. Y la situación, siendo muy mala, todavía hubiera podido ser peor si el puerto de la Bonaigua estuviera cerrado a causa de la nieve, algo que suele suceder también cada invierno mientras el antiguo proyecto de hacer un túnel parece haber pasado definitivamente a mejor vida. Este caso evidencia el abandono de las comarcas rurales y de montaña, al menos las de Lleida, por parte de la administración, incapaz de garantizar una cuestión tan básica como la comunicación viaria del Pallars Sobirà, ya que la C-13 no tiene ninguna alternativa. La realidad desmiente una vez más las proclamas políticas en favor del Pirineo o del reequilibrio territorial de Catalunya y demuestra el porqué de la despoblación de numerosas comarcas. Donde hay pocas oportunidades económicas y los servicios básicos no están garantizados, las posibilidades de que la gente joven se acabe marchando se disparan.

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