EDITORIAL
El lamentable estado ferroviario
Adif y Renfe siguen buscando el equilibrio presupuestario, pero en el camino se están dejando deficiencias imposibles de enumerar y que cuestionan día a día su eficiencia. Los trenes que circulan por Lleida son en estos momentos un poema. La línea de la costa sigue con servicio en autocar desde Lleida hasta L’Espluga de Francolí a consecuencia de los destrozos causados por las lluvias de octubre, y el restablecimiento del servicio va para largo, tanto por la complejidad de las obras como por el volumen de pasajeros, al no tratarse de ciudades de gran demografía (a nadie se le escapa que si la incidencia fuera cerca de Barcelona, Madrid, Bilbao o Valencia, el ritmo de los trabajos sería mucho más rápido). Por otra parte, la línea de Manresa cuenta sus días por incidencias, pudiendo el viajero llegar antes a Madrid con el AVE que a Barcelona desde Ponent con este ferrocarril. Si esto no fuera ya de por sí bastante triste, ahora el administrador ferroviario decide cerrar las únicas estaciones donde se vendían billetes en Lleida, es decir las de Cervera y Tàrrega, porque en Mollerussa, Les Borges, Juneda o Bellpuig ya hace tiempo que el abandono se ha apoderado de las instalaciones. Es evidente que hoy en día casi todo el mundo está acostumbrándose a comprar los tickets, abonos o billetes simples por internet, máquinas expendedoras o el servicio de revisor que ofrecen los propios convoyes, a los que ahora se unen correos o la venta telefónica, pero el problema no es este, sino la decadencia, suciedad, dejadez y falta del más mínimo servicio a los pasajeros de las vacías estaciones. Si realmente los gobiernos quieren apostar por el transporte público y la emergencia climática y la economía obligan ya a ello, no se puede pretender bajo ningún concepto disponer de instalaciones propias del siglo XIX en todas las estaciones o apeaderos alejadas de las grandes capitales. Un mínimo de confort, de atención al usuario y de información al viajero es imprescindible para cambiar usos y costumbres y incentivar el tránsito público. La liberalización del transporte ferroviario en España es una directriz de la Comisión Europea que poco a poco, y en diversas fases, se va aplicando y ha llegado la hora de que este fin del monopolio que favorece la mejora del servicio vaya más allá de los trenes y las vías. No podemos seguir con infraestructuras y servicios del siglo XIX en pleno siglo XXI.