EDITORIAL
Nuevos rumbos de los aeropuertos
Los dos aeropuertos de las comarcas de Lleida, el de Alguaire y el de La Seu, están de aniversario y lo celebran adoptando nuevos rumbos que deben ser cruciales para asegurar su viabilidad. El primero de ellos, el día 17, cumplirá diez años. No sin críticas por suponer, para algunos, una gran inversión en un territorio que no requería esta infraestructura, ha ido evolucionando hasta dar con su utilidad. Se descarta como aeropuerto para la aviación comercial como en principio fue concebido, sin que esto signifique perder sus escasos vuelos regulares, y se postula como complejo de usos industriales y de formación. Así, Lleida-Alguaire ha sumado la nada desdeñable cifra de casi 30.000 operaciones de vuelos de formación y son cada vez más las firmas que utilizan el complejo del Segrià como base de estacionamiento y servicios aeronáuticos varios. En este sentido, y como informábamos ayer, ya han dado inicio las obras para construir nuevos hangares, instalaciones que le permitirán afianzarse en estos nuevos usos. Por su parte, el aeropuerto de La Seu d’Urgell ha visto cómo coincidía su quinto aniversario con la luz verde, por parte del Estado, para dotarlo de un novedoso sistema antinieblas basado en geolocalización GPS. Con él, se abre la puerta a acoger por fin vuelos comerciales.
Un error totalmente imperdonable Y si antes hablábamos de buenas noticias aeronáuticas, ahora nos tenemos que referir a una terrible tragedia que ha costado la vida a 176 personas. Hablamos, claro está, del “error imperdonable” como calificó el régimen iraní al hecho de que sus fuerzas armadas abatiesen con un misil un avión civil ucraniano el miércoles. Tardaron tres días en reconocer la autoría, lo que provocó tanto la ira de las familias de las víctimas como es comprensible, de las autoridades internacionales e incluso de la ciudadanía iraní por las mentiras vertidas en un primer momento. Cierto es que la zona está en un clima prebélico alimentado por las andanadas de EEUU, pero esto no es óbice para depurar responsabilidades hasta las más altas instancias, aunque ello no servirá para mitigar el dolor de los allegados de los fallecidos.