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Sobran ejemplos de que el éxito o el fracaso de un gobierno no depende del currículum de sus ministros, sino de su cohesión interna, la eficacia en resolver los problemas y conectar con los ciudadanos y en trasladar a la práctica el programa con que se ganaron las elecciones. El primer gobierno de coalición desde la República empezó ayer su andadura y no lo tiene fácil, porque los problemas a afrontar son grandes, el apoyo parlamentario escaso, la oposición más bronca que nunca y el entendimiento entre los socios una asignatura por aprobar, pero hay que dejarles trabajar porque sobra ilusión y preparación entre sus integrantes, y los dos socios, PSOE y Podemos, han articulado un protocolo para evitar roces en la acción política diaria y hacer realidad las palabras del presidente de que “hablarán con varias voces, pero una sola palabra”. Sánchez ha buscado un equilibrio entre perfiles prestigiosos en su materia como las vicepresidentas de Economía y Transición Ecológica, la nueva titular de Exteriores, el de Seguridad Social o el ministro de Universidades, a propuesta de Podemos, con otros más políticos como el vicepresidente Iglesias, ministros que continúan, como Ábalos y la titular de Hacienda, que asume la portavocía, o el nuevo ministro de Sanidad, Salvador Illa, bregado en la negociación con ERC y que representa la cuota del PSC. Es el gobierno con más ministros desde el primero de Suárez, en un intento de contentar a todos pese a que algunas carteras parecen vacías de contenido tras los traspasos y en otras puede haber colisiones de competencias, pero también el que tiene más ministras y, sobre todo, en departamentos tan trascendentales como tres vicepresidencias y las carteras de Asuntos Exteriores, Hacienda, Defensa, Educación o Igualdad entre otras. El objetivo ha de ser corregir las desigualdades generadas por la crisis, y a partir de hoy, en que está convocado el primer consejo de ministros, se concretarán, a tenor del acuerdo programático suscrito por el PSOE y Podemos, medidas más sociales dentro del rigor presupuestario que garantiza la continuidad del equipo económico y su buena conexión con las autoridades comunitarias. No es previsible que la oposición conceda los cien días de tregua, que era norma en el arranque de cualquier gestión, pero sí convendría que este primer gobierno de coalición tuviera su oportunidad y fuera juzgado por los hechos y no por los prejuicios.

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