Como peces en el agua

Un campeón puede surgir de la nada, pero es muy poco probable que eso suceda. Tras los buenos resultados de Barcelona’92 hubo una milimétrica programación técnica de alto rendimiento, combinada con inversiones en becas ADO e instalaciones deportivas. Pero una vez se jubiló Cobi, los deportes que no mueven masas volvieron a quedar relegados en las prioridades de la agenda de las distintas instituciones. La natación es un buen ejemplo de ello. La apertura del Centre de Tecnificació de Lleida en 1985 supuso un gran impulso a este deporte y su cierre, en 1998, un duro revés. Las comarcas de Ponent dieron dos deportistas olímpicos en el 92, Itziar Esparza y Sergi Roure. Esparza repitió en Atlanta’96 y, desde entonces, parecería que la élite era inasequible para los nadadores leridanos. Veinte años largos después, y a rebufo de éxitos como el de Mireia Belmonte, la natación ha vuelto con fuerza, también en Lleida. Jóvenes promesas como Paula Juste, Cristina García, Ferran Julià y Emma Carrasco ya han debutado con la selección española y aspiran a todo, también a ser olímpicos. Además, no están solos, sino que hay una buena cantera. De hecho, Lleida ha doblado las licencias de natación en los últimos diez años y se ha recuperado la figura clave del delegado territorial de la Federación Catalana de Natación, cargo que ocupa Carles Mas. Será en Tokio este verano o será en París en 2024, pero hay futuro. Y, lo más importante, hay base para seguir soñando.

Tropezar con la misma piedra No se pueden poner puertas al campo. Los excursionistas levantan sin ninguna dificultad las cintas que, en teoría, cierran los accesos al desfiladero de Mont-rebei desde Corçà y alertan del peligro de desprendimientos. Los recurrentes aludes de piedra requieren de una solución a largo plazo que garantice la seguridad de los visitantes y que permita la explotación turística controlada de un paraje natural único, con paredes verticales de hasta 500 metros entre las que ha abierto paso el río Noguera Ribagorçana.