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Si los expertos no se equivocan, y de momento no lo han hecho, el coronavirus convivirá todavía entre nosotros en fase de expansión durante entre 2 y 4 meses, lo que sin duda es mucho tiempo para que, si no tomamos las medidas oportunas, pueda propagarse aún más y perjudicar, más si cabe, nuestra cotidianidad, nuestra economía, nuestra vida personal y social y en definitiva nuestro bienestar colectivo. Por tanto, conviene seguir a pies juntillas las recomendaciones de la comunidad médica. De momento, como ya hemos venido diciendo estos días, conviene hacer de la higiene de manos un hábito prioritario, así como evitar las aglomeraciones. De igual modo, los viajes, tanto de trabajo como de ocio, han de seguir un protocolo estricto, así como los deportes o espectáculos. Se impone pues por unas semanas el distanciamiento social y la potenciación del teletrabajo y la sustitución de la comunicación personal por la online en todo aquello que sea factible y posible. Evidentemente estas medidas son fáciles de decir o escribir y muy complicadas de llevarse a cabo en algunos sectores como pequeñas empresas sin experiencia de trabajar en red o en algunos negocios y trabajos en los que es indispensable la presencia física. Para estos últimos es imprescindible que los gobiernos articulen una serie de ayudas que puedan al menos compensar las pérdidas que tendrán muchos sectores. Paralelamente a estas disposiciones para frenar la propagación del coronavirus sería conveniente que los gobiernos, las empresas y la propia sociedad aproveche esta crisis para repensar el dinero que destinamos a la investigación y a la prevención de virus como este, que es muy poco en comparación a otros campos. Muchos científicos deben emigrar para sobrevivir y otros tantos profesionales con gran talento malviven con sueldos irrisorios si los confrontamos con la trascendencia para la salud mundial que tienen sus trabajos. En la crisis económica del 2008 fueron muchas las voces que vieron en esta recesión una oportunidad para mejorar errores macroeconómicos cometidos antes de ese año. Ahora, con la emergencia sanitaria que nos ha traído la epidemia, sería del todo oportuno que utilizáramos en positivo su balance para priorizar la investigación médica como un asunto vital para nuestra supervivencia.

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