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Viendo cómo más de un tercio de la humanidad está confinada, cómo el Covid-19 se ha extendido ya por 177 de los 195 países del mundo y cómo llevamos más de 721.000 afectados con 35.000 muertos, a día de hoy es obligado preguntarse cómo es que los gobernantes mundiales y las organizaciones supranacionales no intervinieron antes o no lo hacen ahora en los países libres de la pandemia para evitar su propagación. Somos víctimas del virus, pero también de una clamorosa falta de liderazgos como prueban las estúpidas declaraciones de dirigentes como Trump, Bolsonaro o Johnson, que minimizan el impacto de la pandemia y se muestran dispuestos a sacrificar a buena parte de su población a cambio de salvar la economía, o cómo prueban los cambios de criterio de los países más afectados como España e Italia e incluso los problemas de coordinación con las autonomías o de transparencia con los grupos de oposición. No menos clamoroso es el papel de las organizaciones supranacionales con presupuestos multimillonarios y burocracia multiplicada que no han sido capaces de articular una respuesta global. La OMS tardó en declarar la pandemia y aún ahora no se atisba un plan de prevención para las zonas menos contaminadas como África, donde si llega el coronavirus puede provocar una auténtica masacre sin que haya servido de ejemplo hasta ahora lo sucedido en China, Italia o España, por citar solo los tres países más castigados. Y volviendo a Europa, más indignante aún es el papel de la Unión Europea, donde la cerrazón de Merkel, obsesionada con la deuda pública cuando miles de europeos van muriendo cada día, y el sempiterno egoísmo holandés, donde se consideran a salvo de la pandemia, frenaron acuerdos ambiciosos para ayudar y actuar de inmediato como reclamaban Italia, España, Portugal y Francia. Y en principio se trataba de compra conjunta de material de protección para personal sanitario que se planteó en el consejo de ministros de la UE del 12 de marzo y no se pudo hacer efectivo hasta el 25 de marzo con una licitación conjunta para los 25 países, fuera cual fuera la incidencia del virus en sus respectivos países. Si en casos de tanta urgencia y tanta necesidad como esta, desde la UE se responde con esta mezquindad, habrá que preguntarse para qué sirve esta supuesta Unión Europea y dónde quedan los principios de solidaridad que inspiraron su creación.

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