EDITORIAL
Triste papel de Europa
Hoy vuelven a reunirse los ministros de Economía de la Unión Europea después de que no se pusieran de acuerdo en dieciséis horas sobre cómo responder al problema mundial del coronavirus, y cada vez somos más los que nos preguntamos para qué sirve un organismo que se enfrasca en bizantinas discusiones cuando sus ciudadanos están muriendo sin que sus autoridades movilicen el dinero necesario para combatir la pandemia, investigar su curación y auxiliar a quienes lo necesitan. Ni siquiera en estos momentos de emergencia se han superado las diferencias entre el norte y el sur de Europa, y tal como sucedió tras el estallido de la crisis financiera los ricos exigen garantías a los pobres de que devolverán el dinero que se les preste. Hay medio billón de euros, 500.000 millones, para conceder créditos a los países que lo necesitan, con Italia, España y Francia en cabeza por el impacto de la Covid-19, pero los del norte, con Holanda encabezando unas férreas exigencias que comparte parcialmente Alemania reclaman que vayan al fondo de rescate y sobre todo piden condiciones más o menos draconianas, según los casos, para hacer efectivas estas ayudas. De momento, hay un consenso amplio en aprobar parte de esta ayuda en créditos exclusivamente para combatir la crisis, pero también aquí Holanda considera que si pides dinero prestado tienes que aceptar alguna condición, sobre la que de momento no hay acuerdo y podría dejarse en manos de los jefes de Estado a la vista de que los ministros de Economía no se ponen de acuerdo. A diferencia de lo sucedido en la crisis económica que acabó con la intervención de la economía griega, ahora estamos hablando de vidas y alguien tendría que explicarles a los representantes holandeses que la deuda se puede amortizar, se pueden aplazar los pagos y hasta se puede condonar porque es negociable, pero en cambio las vidas humanas no se pueden recuperar y están muriendo personas a millares en la Unión Europea mientras los ministros discuten. Alguien tendría que recordarles a estos arrogantes europeos del norte que son los beneficiarios del mercado único, que somos los del sur los principales consumidores de sus exportaciones o de los productos que llegan al puerto de Rotterdam y que es importante administrar bien los recursos, pero mucho más importante es salvar vidas. Si la Unión Europea no actúa ante esta emergencia, hay que preguntarse para qué sirve.